Me desperté sobresaltado, había soñado con un monstruo de ojos rojos, calvo y con lengua amarilla, el recuerdo del sueño me duró un rato y luego se esfumó. Eran las dos de la tarde y a las tres tenía que estar en la Iglesia. Hacía tiempo que no descansaba tanto ni tan bien.
Preparé algo para comer, no se si fue un desayuno o un almuerzo y me subí rápido en la moto. Ya en viaje empecé a pensar en las cosas que habían pasado el día anterior y en todo lo que nos tocaría hacer ese día: Tendríamos que entrevistar a un montón de mujeres, ver si el Padre José había encontrado algo en sus libros, investigar sobre la estafa en el banco y en el asilo. Supe que ese día iba a ser largo.
Una vez en la Iglesia me encaminé a la oficina del Padre, quería ver si podía encontrarlo sólo y charlar sobre lo que me daba vueltas en la cabeza. No había dejado de pensar en que la bruja estaba más cerca de lo que sospechábamos, haber utilizado el dinero de la Iglesia para costear un asesinato hacía que el tema se volviera escalofriante. También nos daba la pauta de que manejaba un nivel de impunidad alto y hasta cinismo. Todo pasaba tan cerca nuestro que con seguridad le divertía saber que la buscábamos y que estaba en nuestras narices.
Cuando llegué a la oficina, el Padre estaba instalando un pasador en la puerta, me pareció algo exagerado, pero decidí no hacer ningún comentario.
—Padre, buenas tardes, ¿Llegó Mia?
—Hola Ari, no, no. Pasa, hay café en mi escritorio
Pasé y me serví una gran taza de café negro, no hacía mucho que me había levantado y no me venía mal despabilarme. Un minuto después el Padre se unió frente al escritorio.
—Padre, estuve pensando bastante sobre lo que pasó ayer, ¿No le parece qué quizás la bruja esta más cerca de lo que creemos? Piénselo de esta manera ¿Por qué usar los fondos de la Iglesia? o ¿Por qué arriesgarse con alguien tan cercano? No le encuentro mucha lógica más que pensar que se divierte molestándonos...
—Sí, llevo desde ayer pensando en lo mismo. Llegué a pensar que es una especie de diversión previa a liquidarme. A estas alturas debe saber bien quién soy...
En ese momento llegó Mia, se detuvo en la puerta a mirar el pasador nuevo que había instalado el Padre, sonrió, levantó las cejas y se sentó en la silla junto a mí.
—Buenos días, perdón la demora, estuve resolviendo algunas cosas del trabajo. ¿Novedades?
—Nada por ahora, con Aaron estábamos hablando sobre la posibilidad de que la bruja sepa quién soy y que esté jugando con nosotros. Creemos que está más cerca de lo que pensamos...—dijo el Padre algo incómodo.
—Es una buena deducción, tiene sentido, nunca buscaríamos en el lugar más obvio... La Iglesia...—dijo Mia.
—Tenemos otro problema, si la bruja está acá y la descubrimos, aún así no podríamos matarla... No tenemos su corazón...—expliqué—Necesitamos encontrarla sin que se de cuenta para mientras tanto buscarlo.
—Todavía no sabemos si está acá... No nos adelantemos. Alice me avisó que Sofía ya organizó todo y van a venir a las cuatro las diez mujeres que participan activamente del grupo. Tenemos veinte minutos para organizarnos—dijo el Padre.
Hablamos sobre qué íbamos a preguntar, de qué manera, quién iba a hacer cada pregunta y otros detalles donde la palabra de mi hermana fue crucial. Su experiencia cómo detective la hacía estar un escalón sobre nosotros en este tema. Una vez que estuvimos listos, fuimos al salón donde nos habíamos encontrado el día anterior con Alice.
Ahí vimos que había un círculo de sillas en donde las mujeres ya estaban sentadas. Sofía era la única de pie, de espaldas a la puerta miraba por la ventana, mientras que en el salón no volaba una mosca.
—Buenas tardes, les presento a unos amigos.—dijo el Padre— A pedido de Alice, los invité para que me ayudaran con este tema. La Iglesia es muy importante y lo único que queremos es llegar a la verdad. Después de descubrirla, todo va a quedar zanjado y se verá cómo seguimos...
Las mujeres asintieron pero ninguna dijo nada. Sofía, que mientras el Padre había hablado no se había inmutado, fue la primera en animarse:
—¿Escucharon al Padre no? Digan la verdad, Dios está de testigo. Me avergüenza estar en esta situación. Nunca me imaginé algo así de alguna de ustedes hermanas...
—Tranquila, Sofía, nosotros nos encargamos. Les presento a Aaron y a Mia Martínez. Ellos van a estar escuchando todo lo que hablemos y van a realizarles algunas preguntas. Vamos a comenzar con usted—dijo el padre y señaló a una mujer joven vestida de verde—y avanzaremos en sentido horario una a una. ¿Cómo es su nombre?
—Mercedes
—Bien, Mercedes, mucho gusto, le pido que se quede y las demás recuerden a quién tienen a su derecha, cuando esa persona salga, les toca entrar.
Mercedes se quedó en la sala y nos dijo que ella era nueva, que ni siquiera sabia que existía un dinero de la agrupación. Yo sentí instantáneamente que decía la verdad, por lo cual la dejamos ir luego de hacerle las preguntas de rutina. Las mujeres se iban sucediendo, les preguntábamos sobre lo que hacían, sus actividades fuera de la Iglesia, dónde trabajan si es que lo hacían, si tenían familia, que habían hecho en días puntuales como el día en que murió Alexandre. Todas preguntas que Mia había dicho que eran necesarias. También preguntamos sobre las relaciones entre ellas y quién creían que podría haber sido la que robó el dinero. Mientras respondían, mi hermana anotaba todas las respuestas en un cuaderno, también había puesto a grabar con su celular todas las conversaciones.
Las cinco mujeres que entraron después de Mercedes estaban bastante tensas, pero cuando salían y las demás veían que no había sido tan grave, tranquilizaba al resto. Los mejores datos los dieron las últimas dos: Lucía y Mariana. Ellas se contradijeron y extrañamente se culparon la una a la otra, cuando todas las demás habían optado por no culpar a nadie.
Lucía había dicho que había visto a Mariana cerca del centro el día de la muerte de Alexandre, mientras que Mariana dijo que había visto a Lucia entrar en la Iglesia ese mismo día. Un dato que Mariana no manejaba era que nosotros sabíamos con precisión que Lucía no había podido entrar en la Iglesia ese día, ya que nosotros habíamos estado acá y esta había quedado cerrada.
Una vez finalizado el interrogatorio, hicimos que todas volvieran a entrar, les agradecimos y antes de dejarlas, Mia dijo:
—Sofía, todavía falta tu declaración. Todas las demás ya están liberadas, cualquier cosa las volvemos a contactar.
—Sí, no hay problema, lo que necesiten—dijo Sofía seria y se sentó en una silla.
El Padre José acompañó al resto de las mujeres hasta la salida y cerró la Iglesia, necesitábamos la declaración sin interrupciones y sin que nadie nos espiara. Sofía parecía molesta y preocupada, quizás no entendía el por qué la interrogábamos.
—Comentame qué es lo que hiciste desde ayer a la mañana hasta la tarde—dijo Mia.
—Estuve en la casa de Alice organizando una entrega... Luego la realizamos. Cerca del mediodía nos encontramos con ustedes, nos ayudaron con mi auto...—dijo Sofía
—¿Dónde era esa entrega?—Preguntó Mia
—En un colegio, no recuerdo el nombre, a unos veinticinco minutos por la ruta.
Mia continuó con las preguntas, Sofía respondía tranquila. No sabía si mi hermana sospechaba de ella o solo la interrogaba por protocolo, pero la mujer tenía una historia firme, más firme que las de las once mujeres con las que habíamos hablado antes.
Una vez que ya no hubo más preguntas, Mia le dijo que se podía ir, le agradeció por su tiempo y tomó unas últimas notas. Cuando sentimos la puerta principal de la Iglesia cerrarse, le preguntamos a mi hermana por qué había interrogado a Sofía y justo cuando iba a responder, la puerta de la sala se volvió a abrir.
ESTÁS LEYENDO
La Cosa del Club
Mystery / ThrillerEsta es una historia real, no todo es lo que parece. Quizás tu vecino no es sólo un abogado o tu dentista no es lo que parece. Lo importante está en los detalles...