Capítulo 20

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Hoy se cumple un año desde el incidente en la Iglesia. Me desperté temprano, me bañé, elegí la ropa adecuada para la ocasión, me peiné y me fui a preparar el desayuno. Cosas que nunca hago. Cuando llegué a la cocina me encontré con la mesa puesta, café, tostadas, manteca y mermelada. Parecía un desayuno continental. Tomás, detrás de la isla de la cocina, me sonreía como la primera vez que salimos juntos.

Siempre lo vi como una persona transparente y fácil de descifrar. Cuando sonríe significa que todo está bien y, como sonríe todo el tiempo, me hace sentir que nunca hay nada de qué preocuparse.

—Buen día, ¿cómo dormiste? Quería sorprenderte, ¿es mucho?

—Nunca es mucho, gracias —dije y no pude evitar enamorarme un poco más de él.

Vivir con Tomás fue la mejor decisión que pude haber tomado. Después de terminarme la última tostada, sin poder comer ya nada más, le dije que se me hacía tarde y junté mis cosas.

—Seguro que mi hermano está allá desde temprano. Acordate lo que le costó superar la perdida. Me da miedo dejarlo solo mucho tiempo allí. Cuando pasó lo del Padre José estuvo tan aislado, no lo veía así desde lo de la abuela. —Abracé a Tomás y me despedí con un beso rápido—Gracias por el desayuno, estaba riquísimo.

—¿Así te vas a despedir? —dijo Tomás y tiró de mi brazo para atraerme otra vez hacia él. Nos dimos un beso lento, suave, tan suave que perdí la noción del tiempo. Me sentí segura, cómo si sus brazos dijeran "Todo va a estar bien".

Cuando llegué, Aaron estaba sentado frente a la lápida del Padre. No lloraba ni se lo notaba mal, parecía abstraído, perdido en ese mundo paralelo en el que se encierra desde que es un niño. Me acerqué y puse mis manos sobre sus hombros.

—Hola, Ari, ¿hace cuánto que estás acá? —pregunté y enredé mis dedos en su pelo.

—No sé, creo que pasé la noche acá. Desde que... Me voy por momentos y pueden pasar horas.

—Sí, traje flores. —Las acomodé junto a las otras que la gente había llevado.—¿Y si vamos y comemos algo? Parecés cansado.

Mi hermano se paró y con un gesto despreocupado, a modo de saludo, tocó la lápida, se dio media vuelta y lo vi alejarse.

Mi hermano tuvo un proceso de superación lento pero exitoso al fin. Varios meses después de la muerte del Padre, se puso a buscar información sobre casos extraños o sobre cosas sin explicación. Modificó la habitación donde nuestra abuela atendía y la convirtió en nuestro estudio de investigaciones. Puso un cartel en la puerta de la habitación con la leyenda:

                                                                  Hermanos Martínez

                                                          Investigaciones de lo Oculto

Ahora, en el auto, estoy nerviosa. Mi hermano mejoró mucho pero necesito hablar con él antes de seguir con lo que vamos a hacer. Decidimos tomar nuestro primer caso, en realidad, el primero que aceptamos formalmente y a sabiendas. Estoy nerviosa, llamaron desde un pueblo de la Provincia de Buenos Aires, uno que, según mi hermano, ya nos había querido contactar antes.

Ya en la ruta sigo sin animarme a hablar del tema, hablamos sobre el caso que vamos a investigar o sobre todo lo que leímos del pueblo.

—¿Estás bien? Te noto distraída.

—Sí, es que... Antes de que lleguemos tengo que decirte algo.

—Dale Mia, dejá de dar vueltas y decime que te pasa. Te pregunté si querías seguir con esto. Ahora no podemos dejar a la gente sin ayuda.

—Ya sé, no es eso. Es algo que no hablé con nadie y que pasó el día de la Iglesia. —Pude ver como mi hermano se ponía tenso.

—Bueno, decime si te parece importante.

—¡Tenés que bajar acá! La bajada que dice "Tomás Jofré por Ruta Nº 5".

—Sí ya sé, estoy manejando yo, decime que pasa. Me estás poniendo nervioso.

—Ese día, en la Iglesia, fue la abuela la que me ayudó a despertarme, la que me explicó todo lo que tenía que hacer con las brujas. Antes de salir a la casa a la que nos guió Sven, yo dejé una pistola escondida debajo del altar, nunca supe por qué, pero creo que la abuela nos ayuda. Creo que tengo una conexión con ella, creo que el don que compartimos nos une.

—Que bueno Mia, ya no soy el único que la ve.

FIN

La Cosa del ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora