Capítulo 8

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Después de dejar a Aaron en la Iglesia me dirigí a El Guardian, quería sorprender a Tomás. Cuando llegué él bajaba las sillas que estaban sobre las mesas, me miró y sonrío.

—Siéntase bienvenida, mi reina—dijo Tomás e hizo una reverencia con su brazo cruzado sobre la panza

—Callate, ni siquiera sé si esa frase está bien dicha—dije y solté una carcajada

Nos sentamos en una mesa y Tomás trajo papas con cheddar. Me contó sobre sus locales y me dijo que había obtenido buenas ganancias con el nuevo que estaba sobre la ruta. Según él, la ciudad estaba en constante crecimiento y el flujo de personas no residentes era el más alto de los últimos cincuenta años.

Hablamos de los clientes y me contó de un señor que todos los días pedía café y leía un libro diferente, nos reímos y yo también le conté de mis últimas experiencias. Confiaba en Tomás, es un buen hombre y me lo había demostrado con el tiempo, pero no quería perderlo. Contarle todo lo que había vivido y todo lo que podía hacer era un gran riesgo.

Me limité a contarle los hechos generales de los últimos dos casos en los que había estado involucrada. Tomás se interesó en el de Nicolás, me preguntó si lo habíamos encontrado y si sabíamos quién lo había secuestrado. Me llamó la atención su preocupación, pero él siempre se preocupaba por todo el mundo. Una vez que terminé de contar lo que podía decirle sin exponerme demasiado, él me preguntó:

—¿Qué somos?

—¿Qué somos con respecto a qué?

—¿Somos pareja? ¿Qué sentís por mí?—dijo con el ceño fruncido

—¿A qué vienen todas estás preguntas?

—No quiero seguir en este gris... lo que sea que tengamos tiene que definirse.

Me había agarrado con la guardia baja, nunca antes me había hecho un planteo como este y menos me había puesto un ultimátum. Pensé durante unos segundos y respondí:

—Creo que no nací para estar en pareja ¿No podemos tener sexo y contarnos nuestra vida nada más? ¿Para qué vamos a complicar las cosas?

—Quizás me guste lo complicado... ¿En algún momento pensaste en alguien más que en vos misma?

Sin contestarle nada más agarre mis cosas, me levanté y salí del Bar. Caminé hasta mi auto y sentí que me agarraban del brazo. Me di vuelta y era Tomás, estaba agitado y me decía que no me fuera, que no había sido su intención hacerme enojar. Sin decir nada me solté y subí al auto.

Comencé a manejar a más velocidad de la permitida, mi cabeza era un caldero hirviente. Pensaba cómo Tomás se había animado a cuestionar mi manera de querer a la gente, yo era así, me aceptaba o me dejaba. Tan simple como eso.

Más de media hora después, todavía en el auto, me sentí más calmada y pensé que no debía reaccionar así con Tomás, él me había apoyado en momentos difíciles a lo largo de nuestra relación. Decidí volver y solucionar el problema, le iba a ser sincera.

Me encaminé de nuevo a El Guardian mientras pensaba la mejor forma de confesarle que él no era el problema, sino la experiencia que había sufrido con mi primer novio. Sólo teníamos diecisiete años y estábamos por terminar el colegio. Él me controlaba, me celaba y todo terminó cuando me pegó porque no quise tener sexo con él. Ese día casi abusa de mí, si no hubiese entrado mi papá a casa...

Llegué a la puerta del Bar y temblaba, no me había dado cuenta de cómo me había marcado esa experiencia. Creía que la había superado, pero ahora sabía que me iba a acompañar por el resto de mi vida. Tomás estaba dentro, sentado sobre la barra con los codos apoyados contra las rodillas y sus manos le tapaban la cara. Cuando sintió la puerta levantó la cabeza y se le iluminó la mirada, dio un salto y cayó al suelo.

—Perdón, no quise generar esto...—dijo y yo lo interrumpí con un beso. Nos quedamos abrazados durante un buen rato.

Por primera vez conectaba con él, por primera vez me abría a alguien. Ahora sólo quedaba serle sincera y contarle todo lo que sentía. Nos soltamos y le dije que necesitaba ponerlo en contexto. Él se sorprendió, pero me acarició la mejilla y me dijo que tenía todo el tiempo del mundo para escucharme.

Le conté lo que había sucedido con mi ex y cómo mi papá casi lo mata cuando me vio la cara ensangrentada y las ropas rasgadas. Le conté también todo lo que había vivido antes, las persecuciones y los planteos. Tomás me agarraba de la mano mientras yo hablaba hasta que empecé a llorar y él dijo:

—Tranquila Mia, no sé si hay palabras para reconfortarte o para poder suavizar lo que viviste, pero lo único que quiero que sepas es que no necesitas mostrarte fuerte todo el tiempo. Hay momentos donde podemos soltarnos y que las lágrimas se lleven lo malo...

—Ya sé, pero armé mi vida alrededor de una imagen que se está cayendo en este momento. Cuando me recuperé de lo que había vivido me prometí que nunca más me iba a sentir débil otra vez. Entré en la Policía, me entrené para ser fuerte y para que todo el mundo me respetara. Después me volví detective para encontrar a las basuras que abusan de los derechos ajenos y encerrarlos. Hace años que no me doy chances de bajar la guardia...

—Me alegro que puedas abrirte conmigo, realmente me importás Mia, mucho.

En ese momento, sentí movimiento afuera del Bar y escuché un grito de dolor. Me paré y desenfundé mi arma, tuve la sensación de que pasaba algo malo, pensé que quizás estaban por secuestrar a otro chico. Tomás me agarró y me dijo que me calmara, que guardara la pistola. Él salió primero y yo lo seguí, a plena luz del día había un nene atado en el árbol frente al Bar.

Saqué otra vez mi arma y miré a ambos lados, no había nadie. Desatamos al chico, él estaba desmayado pero no tenía signos de golpes o de sangre. Tomás lo alzó en brazos y lo entró al Bar. Cuando yo estaba por seguirlo, del árbol salió una mujer joven, era colorada y tenía rulos. Pareció estar camuflada en el tronco, sin darme tiempo a reaccionar sopló en mi cara y me paralicé.

Sonrió y se fue tranquila por la calle, no podía moverme ni hablar pero contemplé todos sus detalles, no pensaba olvidarme ninguno. La iba a encontrar y me iba a tener que dar explicaciones. Cuando la perdí de vista, empecé a sentir que mis músculos se aflojaban y, al cabo de unos segundos, pude volver a moverme.

Entré como pude al Bar y vi que Tomás le daba agua al chico, se había despertado y estaba muy asustado. Me acerqué a la barra y le hice señas a Tomás, él se acercó y me preguntó por qué había tardado tanto. Le dije que después hablábamos. Le pregunté si el chico había dicho algo y me dijo que no. Necesitaba respuestas, así que agarré otra silla y me senté frente al recién llegado.

—Hola soy Mia, ¿Cómo te sentís?

—Bien, un poco mareado—dijo el chico mientras bebía agua

—¿Te acordás tu nombre?—preguntó Tomás

—Sí, me llamo Nicolás ¿Dónde estoy?

—Estás en un Bar en la ciudad de El Paso ¿Qué es lo último que recordás?

—Volvía a casa con unos amigos y... Nada más... No me acuerdo más

—¿Cómo se llama tu mamá?—pregunté, pero casi no lo escuchaba, no podía dejar de preguntarme ¿Quién era esa mujer? ¿Qué me había hecho? ¿Qué tenía que ver con Sven Kuldesen?

—María, quiero irme a casa.

La Cosa del ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora