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La Otra Realidad

Tamara

Abrí los ojos inmediatamente. Era Ryan.

- ¿Ryan? -La borrosa imagen que represento mi cerebro sobre él me hizo dudar al llamarlo con la voz lenta, como si me hubieran drogado.

- ¡¿Por qué hay tanta sangre?! -Alarmado me revisó con una sola mirada acabando por darse cuenta de que mi brazo izquierdo estaba fuera de lugar, literalmente- ¡Carajo! -Me dejo en el suelo antes de comenzar a buscar algo en los cajones, pero enfureciéndose más al no encontrarlo.

Se acercó a mí murmurando algunas maldiciones que se hacían cada vez más altas para mirarme con pena, como si fuera a hacer algo malo.

Oh no.

- Es por un bien mayor. -Grité con todas mis fuerzas al ver y sentir como clavaba su garra como cuchillo en mi hombro, y si no fuera porque todavía podía ver mi brazo unido a mi cuerpo, sin duda creería que lo había perdido.

El intenso dolor que cada vez me adormecía más.

- ¿Por qué? -Tan fuerte como un simple susurro, mi voz salió de mis labios cansados - Quiero irme. - Sentí su cuerpo temblar mientras sus ojos reflejaban terror puro.

Sin poder soportar mucho más, deje que la poca fuerza que me quedaba se vaya, dejando mi cuerpo en condiciones desastrosas.

Al pasar el rato, y al borde de la inconsciencia, tarde en escuchar los golpes en la puerta, seguidos de gritos llamando mi nombre. '¿Thomas?' Solo pude pensar, mientras mis ojos muy de a poco se cerraban por sí solos, dejándome inmersa en la oscuridad.

•♢•

- Mmm... -Me moví de un lado a otro en las sabanas más cómodas que hubiese probado jamás, adormilada e incómoda por la situación, algo no se sentía correcto dentro de mí, pero no por el hecho de que me doliese alguna parte de mí cuerpo, sino por lo contrario.

¿No estaba herida?

- Mierda. -Me levanté inmediatamente notando como solo traía un vestido de seda color azul marino, tan hermoso y perfecto para dormir en la noche.

Pero el pequeño gran detalle de como me encontraba vestida, se basaba más que nada en que definitivamente no recordaba habermelo puesto.

"Normal, ni siquiera sé de quien es este cuarto."

Cansada de pensar, me decidí a actuar.

Me levanté y camine con los pies descalzos, en dirección a un armario negro en el que había puesto el ojo desde hace un buen rato.

Tomé un par de pantalones negros ajustados y una camisa a cuadros para cambiarme.

¿Qué casualidad que sean justo mi talle, no?

Dude por un segundo, pero acabe agarrando una masa de ropa entre mis brazos, revisando las etiquetas donde aparecían los talles.

Todos eran del mío.


Comencé a dar pasos hacia atrás, tropezandome por momentos, pero sin darle mucha importancia seguí hasta llegar a la puerta.

Salí dando pasos largos, intentando alejarme lo más rápido posible de esa habitación, incluso si eso significaba perderme entre los grandes y largos pasillos que tenía este lugar.

- Disculpe, ¿Puedo ayudarla señorita Leila? -Miré con confusión al hombre de barba que se encontraba enfrente mío, ofreciéndose servicial- El señor Ryan pidió que no la dejara salir de su cuarto.

A Través Del CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora