Se encontraba de espaldas, voluntaria a obedecer sus exigencias; y al intentar girarse para ver su rostro, él presionaba con su grande mano la cabeza de ella contra el muro de concreto, aferrándose con la otra a sus caderas. El ambiente se tornaba sombrío, caluroso; vapor parecía emanar de todos lados y a través de la pared ella podía sentir las vibraciones del alto volumen de la música acariciándole los pezones; haciéndole cosquillas en la punta de los pies. Tenía los ojos en blanco, no era capaz de mantener la boca cerrada; lo sentía hundirse con fuerza dentro de ella, arrebatándole el aliento, embargándole de un dolor placentero a medida que su cabeza daba vueltas con The Hills escuchándose al fondo entre el ruido de sus respiraciones. Su rostro yacía oculto entre sus cabellos en una maraña inconclusa y mojada. Estaba delirando, temblaba; alucinaba al borde del abismo. Él lo sabía. Podía sentir como se apretaba alrededor de su miembro.
Qué divino le resultaba sentirse suya, bajo su completo dominio. Él tenía la fuerza y la tenacidad suficientes para acabar con ella, su sexo palpitaba desenfrenado recordándole que el punto de éxtasis máximo se encontraba a tan solo instantes. Él le apretó contra su pecho y ella echó la cabeza hacia atrás, envuelta entre sus fuertes brazos; derritiéndose como mantequilla justo allí, cuando el mundo entero parecía colapsar a su alrededor. Manchas de colores invadieron su visión, sintió que el estallido inminente se avecinaba; tres segundos más tarde, un calor la fue incendiando de los pies a la cabeza, seguido por un hormigueo, la presión incontenible se había desbordado y ella, sin más, explotó.
Al igual que la onda de expansión de una bomba, su cuerpo cedió ante aquel placer abrumador con el poder de hacerle creer que estaba a punto de desintegrarse, el espacio completo se quedó en negro. No podía sentir nada que no fuera él, sus manos, calor agobiante, su sudor bañándola, los dientes de él mordisqueándole el hombro.
Él y ella...él...ella...dos cuerpos sacudiéndose con la fuerza de la colisión de dos planetas, con la alineación de la luna y el sol, con el impulso de un cometa llenando de cianógeno la atmósfera de la tierra. Cuando ella abrió los ojos, el mundo no se había terminado como lo pensaba. Solo estaban ellos dos, disfrutando de las réplicas del flujo del placer, un exquisito vaivén de sensaciones, entre ellas un cálido líquido derramándose dentro de su cuerpo y los resoplidos de él en su oído, acompañados de pesados gruñidos.
Comprendió que si intentaba moverse, terminaría deslizándose igual que un ser invertebrado hacia el suelo. Temió sentir que él la soltaría, pero aquello estaba lejos de suceder. Él no iba a soltarla, al contrario; seguía aferrado a ella con la frente sudorosa apoyada en el hueco entre su cuello y su hombro. Ambos estaban mojados, tan calientes como en el comienzo.
Pero, ¿cómo había comenzado?
Un sonido estridente la arrancó de ese lugar, trayéndole de vuelta a la realidad. Laia estaba dormida boca abajo, en su cama. El molesto ruido del intercomunicador era lo que había escuchado al principio. Tenía el corazón enloquecido dentro de su pecho, aunado al temblor involuntario de sus piernas, la sábana estaba manchada de sudor y por si aquello fuese poco, había mojado de lleno sus bragas.
ESTÁS LEYENDO
El Juego
RomanceMafiosos, políticos corruptos, famosos que viven en el escándalo... En esta jungla encontrarás todo tipo de criaturas. Pero sobrevivirás, si aprendes cómo se juega.