Mateo
- ¿Qué onda, Matu? ¿Todo bien?- Preguntó Dani sentándose a mi lado en un muro de la periferia de la plaza.
- Si, ¿por qué?- Inquirí.
- Llevas aquí sentado mirando al suelo desde que se fueron Sara y Ecko.- Sonrió y suspiré, haciendo que posase su mano en mi hombro.- No estés mal por eso, solo son amigos, de los mejores pero amigos.
- No ayudas.- Espeté haciéndole reír.- Es que nunca se va a fijar en un pelotudo como yo, no soy tan interesante como vosotros.- Expliqué y apoyé mi cara en mis manos.
- ¿Pero qué decís?- Rió.- A nosotros no nos llama Alejandra.- Le fulminé con la mirada y sonrió.- Sos genial, Matu, y si no lo sabe ver ella se lo pierde. Tenes miles de chicas atrás tuyo.- Afirmó y le miré con una mueca.
- Pero no quiero a ninguna de esas. ¿Justo me iba a enamorar de la única que no me da bola?- Me quejé y Dani frotó mi brazo con una sonrisa.
- No te martirices, tarde o temprano va a darse cuenta del partido que tiene delante.- Aseguró haciéndome sentir un poco mejor.
- Gracias, Ribba.- Sonreí, poniéndome en pie con él.
- Necesitás a alguien que impida que caigas en depresión por una mina.- Se encogió de hombros y pasó un brazo sobre mis hombros, haciéndome reír.
- Ahí estáis.- Dijo Lucho cuando volvimos con ellos.
- A saber lo que estaban haciendo.- Rió Mauro, ganándose un golpe de mi parte y un corte de manga de Daniel.
- ¿Pinta joda?- Exclamó el menor de todos poniéndose en pie sobre un banco.
- Bajale, Luchito, que no vas a garchar por muchas jodas a las que vayas.- Le devolvió el grito Dani haciendo reír a toda la plaza. Lucho le sacó la lengua y tras eso, casi todos los presentes se apuntaron a la fiesta.
- Yo no creo que vaya, tengo que cuidar de Emi.- Me exculpé cuando Mauro me miró interrogante.
- Vos lo que pasa es que te querés hundir en depresión toda la noche pensando en lo que estarán haciendo Nacho y Sara.- Replicó el ojiverde frunciendo el ceño.- Y no pienso dejar que eso pase, porque no están haciendo nada. Así que vas a venir.
- Que no, Mau, en serio. No jodas.- Repetí cansado.
- Bueno, encima soy yo el que jodo, por querer que te olvides de todo un rato y te lo pases bien.- Replicó molesto.
- Bueno, bueno, cortala, Mau. Si no quiere ir dejale.- Intervino Dani y el de pelo blanc se dio la vuelta y desapareció entre la gente.
Suspiré y le sonreí débilmente a Daniel.
- ¿Seguro que no querés venir? Mirá que va a haber minas lindas.- Iba a replicar, pero me cortó.- Puede que no tanto como Sara, pero suficiente para olvidarte de ella por hoy.- Rectificó haciéndome sonreír.
- Seguro, Dani, tengo que cuidar a Emi en serio.
- Está bien, nosotros nos vamos.- Indicó al ver como el grupo se ponía en camino, liderado por Luchito.- Cuidate.- Se despidió con un gesto de cabeza que le devolví antes de que se diera la vuelta.
Di un giro de ciento ochenta grados y me puse los auriculares para empezar a caminar hasta mi casa. Golpeé una piedra, haciéndola entrar en el mismo agujero que había usado como portería el día anterior Sara, cuando pasé delante del orfanato y solté un suspiro recordando el momento en que besé su cachete, preguntándome de donde había sacado la valentía para hacerlo.
Seguí caminando con las manos en los bolsillos, escuchando música, hasta mi calle y saludé a mi padre al llegar a casa.
- ¿Cómo te fue en la plaza?- Cuestionó. Me encogí de hombros y él me miró con lástima; llevaba un tiempo distraído y con una visible mala racha, claro que él no sabía que era por una mina.
- Anda, que vas a llegar tarde a la reunión, yo me quedo con Emilio.- Indiqué mirando el reloj y él se despidió de mi hermano antes de marchar.
Siempre era él quien acudía a las reuniones con mis productores y yo me solía quedar con Emi, jugando a la consola hasta la hora de cenar. Sin embargo, esta vez le dejé solo en el salón con la Wii y subí hasta mi habitación para tumbarme en la cama con los auriculares aún conectados, mirando al techo y dándole vueltas en la cabeza a todo lo que podrían estar haciendo Nacho y Sara.
Mi celular vibró y lo desbloqueé para mirar el mensaje que me había llegado. Abrí el chat con Mauro y leí lo que me había escrito.
"Lo siento por hablarte así antes, pero tenés que dejar de pensar esas cosas, Sara y Ecko solo son amigos."
Suspiré, tenían razón, pero no podía evitar montarme una película en la cabeza.
"Está bien, yo también lo siento, tenés razón."
Suspiré y apagué el teléfono, dejándolo caer sobre el colchón mientras cerraba los ojos.
ay, pobre Matu.