Mateo
Dejé caer el cigarro al suelo antes de que Sara contestara y lo pisé sin levantarme.
- Pero, Matu, solo sos uno más de los pibes.- Habló después de un momento en silencio, y me puse automáticamente de pie, aguantándome las lágrimas.
No llevaba días planeando el momento de decírselo a Sara con los pibes para que me dijera eso. Apreté los puños tratando de no llorar delante suyo y me di la vuelta para entrar al orfanato con su mirada fija en la espalda.
La escuché entrando detrás de mí y miré fijamente mi celular en el suelo, al lado de Mauro, mientras caminaba hasta él para agarrarlo.
- Llegaron.- Sonrió Lucho haciendo que todos se giraran para mirarnos.
- Y lo que tardaron, seguro chaparon.- Se emocionó Mauro y le fulminé con la mirada.
- ¿Sos boludo?- Lo retó Dani golpeando su brazo.- ¿Tienen cara de haber chapado?
Hice oídos sordos al resto de la conversación y agarré el celular con furia ante la apenada mirada de Ignacio. Me di la vuelta sin mirar a nadie y le dirigí una mirada a Sara antes de cerrar la puerta. Se había sentado al lado de Mauro, que rodeaba su cuello con el brazo a la vez que ella apoyaba su cabeza en su hombro, y Pedro le decía algo que no llegué a escuchar.
Me devolvió la mirada, entre apenada y angustiada, y cerré la puerta antes de largarme a llorar. Me di la vuelta despacio, mirando la colilla que habíamos dejado en las escaleras, con las palabras de Sara resonando en la cabeza.
Contuve las ganas de golpear algo y me puse la capucha de la campera antes de guardar el celular en el bolsillo y empezar a caminar hasta mi casa.
Me limpié las lágrimas al llegar a la puerta y suspiré antes de abrir.
- Muy pronto llegas.- Sonrió mi padre cuando entré.- ¿Cómo fue la fiesta?- Inquirió y le miré dándole a entender que no era buen momento para hablar.
Me miró algo preocupado pero no hizo ninguna pregunta y entretuvo a mi hermano cuando vino a saludarme para que me diera tiempo a subir corriendo las escaleras y meterme en la habitación. Cerré con pestillo la puerta y lancé la campera y el celular a la cama antes de sentarme en el suelo, con la espalda apoyada en la puerta y las manos rascándome los ojos. Odiaba llorar, pero no podía dejar de hacerlo.
Agarré el móvil tras un rato y lo prendí, yendo automáticamente a la galería. Busqué las fotos que me había hecho con Sara el otro día, cuando salimos a cenar, y las fui pasando una a una con una sonrisa. En la mayoría salíamos boludeando con la comida del McDonald's, o eran de ella apretándome los cachetes, como hacía siempre.
Me limpié las mejillas con el dorso de la mano justo cuando mi celular vibraba y abrí la notificación sorbiéndome la nariz.
"Tenemos que hablar, Rayito."
Dejé en visto a Sara y bloqueé el móvil cerrando los ojos y largando un suspiro. Claro que teníamos que hablar, pero estaba seguro de que no me iba a gustar para nada lo que me tenía que decir.
friendzonea2.
