Quince.

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Mateo

Miré como Sara entraba al orfanato y hasta que no se cerró la puerta no seguí mi camino hasta mi casa. Aún no sabía como había sido capaz de decirle lo del chape. Aunque por suerte se había reído y no había dicho nada más al respecto. La invité a venir a mi casa para que se distrajera el resto de la tarde, pero se negó y yo sabía que se pasaría la tarde encerrada en su habitación como hacía cuando no quería que los demás la vieran mal.

Mi celular sonó en el bolsillo de mi pantalón y descolgué al ver que era mi padre.

- Dime, pa.

- Mateo, ¿dónde estás?- Preguntó claramente enojado. Resoplé y me pasé una mano por la cara, empezando a caminar calle abajo.

- Perdón, comí con Sara y me olvidé de avisarte.

- Andás muy distraído con Sara.- Replicó y traté de contener los nervios.

- Cuando llegue a casa te explico y ya vas a entender, pero no me jodas más ahora.- Solté enojado y colgué la llamada.

Inmediatamente me sentí mal por hablarle así, pero no quería contarle lo de Pedro por teléfono y lo que me faltaba era tener a mi viejo retándome por teléfono. Seguí el resto del camino con las manos en los bolsillos, pensando en Sara. Odiaba verla mal y por un lado me alegraba de haberla conseguido distraer un rato, pero también me odiaba a mi mismo por ser incapaz de dejar de gustar de ella.

- Hola, Emi.- Saludé con una sonrisa cuando mi hermano me abrió la puerta de casa. Él me devolvió el gesto con su dragón en la mano.- ¿Cómo está Pepe?

- Muy bien, hoy lo he llevado a la escuela y la profe dice que es muy bonito.- Informó sonriente y le despeiné sin borrar la sonrisa de mi rostro antes de que el niño corriese escaleras arriba. Dejé mi mochila en la entrada y colgué la campera en el perchero junto a la puerta antes de caminar hasta la terraza donde se encontraba mi padre leyendo.- Hola, pa.- Saludé llamando su atención.

- ¿Por qué estabas comiendo con Sara?- Inquirió alzando la vista, antes de saludar. Rodé los ojos.

- Pedro murió, y está en la mierda.- Dije simplemente. No me gustaba hablar de esas cosas, así que fui lo más breve que pude.

Mi viejo abrió mucho los ojos y rápidamente se puso en pie, cerrando su libro y dejándolo sobre la mesa.

- ¿Qué decís, Mateo? ¿Cuándo?

- Ayer.- Informé y suspiré.- Mira, no quiero hablar de eso, si quieres llamar a Sara su número está en un papel en la heladera.- Hablé y me di la vuelta para entrar de nuevo a la casa.

No pude reprimir una sonrisa acordándome del papelito. El día que nos conocimos, en clase de matemáticas, Sara había anotado su número en un papel para quedar porque acaba de empezar a cursar fuera del orfanato y no conocía a nadie. Claro que en ese momento yo no sabía que vivía en un hogar de acogida, ni de Pedro.

- Matu, ayudame a construir un castillo para Pepe.- Pidió mi Emilio cuando me vio pasar por el pasillo frente a su habitación. Entré con él y me mostró un montón de piezas de madera de todas las formas mientras me sentaba a su lado en el suelo, pensando en todos los deberes que tendría que hacer después.















1/3. vaya pt.

Pibes; Trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora