Sara
Dejé de morderme las uñas al ver a Mateo aparecer en el instituto por la mañana y me coloqué mejor la mochila antes de caminar rápidamente hacia él. Giró por una esquina en cuanto me vio y apretó el paso, haciéndome correr un poco para alcanzarle.
- Matu...- Le llamé y él hizo el amago de evitarme, pero conseguí agarrarle del brazo antes de que lo hiciera.
Alzó la vista, mirándome con una vergüenza que me partió el corazón, nunca quise que se sintiera intimidado por lo que dije, simplemente fue lo primero que se me pasó por la cabeza en ese momento.
- Oye, lo del sábado...- Volví a hablar, pero me hizo un gesto con la mano para que no dijera nada más.
- Está bien, olvídalo. De todas maneras no me gustas tanto.- No sé muy bien por qué, pero eso me dolió. Amaba a Mateo, pero le quería como un amigo, nunca podría verle de forma diferente.- Para decirme que me quieres como un amigo no digas nada.- Siguió como si me hubiera leído el pensamiento.- Igual, solo estoy confundido.
Se soltó de mi agarre para entrar a clase y yo volví a poner mi mano sobre su hombro, completamente ajena al jaleo de alumnos que había a nuestro alrededor.
- Si vamos a ser sinceros yo también te tengo que decir algo.- Informé tras aclararme la voz y me miró esperanzado, a lo que solté un suspiro.- No podría estar con vos, Matu, sos uno de mis mejores amigos.
Negó con la cabeza bufando, con una sonrisa sarcástica y se soltó de nuevo de mi agarre.
- Solo te pido que no me hables, no lo jodas más.- Espetó y se dio la vuelta para entrar al aula de literatura.
Sacudí la cabeza al notar que me había quedado mirando el lugar por el que había desaparecido y resoplé antes de ponerme en camino a la clase de física con el peor humor del mundo.
- Buenos días.- Saludó la profesora entrando, haciendo que todos le respondieran. Yo me mantuve callada, no la tragaba.- Me debes algo, Sara.- Informó con una ceja alzada y bufé levantándome para entregarle la amonestación que me había dado el viernes firmada por Pedro.
Odiaba la escuela, las malditas normas y, en ese momento, el resto del mundo.
- Te veo esta tarde para recuperar el temario.- Añadió mientras me volvía a sentar ante la atenta mirada de toda la clase. No contesté y simplemente me tiré en la silla hundiendo las manos en los bolsillos de la sudadera.- Te hablo a vos, Sara.
- Si.- Espeté de mala manera, con el ceño fruncido y levantando la mirada para mirar a la mujer. Ella me mantuvo la mirada un momento y la bajó a su libro para empezar con la clase.
Suspiré y abrí la aplicación de Instagram con el celular bajo el pupitre, entrando automáticamente en el perfil de Mateo. Seleccioné su última foto, haciendo zoom a su cara y suspiré antes de apagar el móvil al percibir el sonido de la megafonía.
Me puse en pie al escuchar con desconcierto como me llamaban. Salí del aula con la mirada de la profesora en la espalda y caminé rápido hasta la recepción, algo tenía que haber pasado para que me llamasen justo a mi en medio de una hora lectiva.
- Dime.- Hablé al llegar junto a la recepcionista. Ella me mostró el teléfono fijo y me lo tendió para que me lo llevase a la oreja.- Soy Sara.- Dije para que mi interlocutor hablara.
- Hola, cariño.- Escuché la agitada voz de una de las monjas del orfanato y me extrañé, pensaba que sería Pedro quien me llamaba, como siempre.
- ¿Qué pasa?- Pregunté de mala gana.
- Es Pedro.- Informó, y por su tono de voz me temí lo peor.
no me canso de friendzonearlo, pobre.
