Catorce.

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Sara

Recogí los libros de matemáticas con el semblante serio y caminé hasta el pupitre de Mateo para esperarle y salir con él de la escuela sin hablar. No había hablado con él desde que el día anterior había venido conmigo después de lo de Pedro, porque se marchó cuando me quedé dormida. 

Le había pedido que les diera la noticia a los chicos, así que no me extrañé cuando al llegar a la esquina del instituto nos esperaban los pibes con tristes sonrisas y, sin decir nada, me abrazaron uno a uno.

- Lo siento, Sara.- Dijo Mauro tristemente, rodeándome con sus brazos. Le sonreí cuando nos separamos y caminamos todos juntos en silencio hasta la plaza donde habitualmente nos separábamos.

- ¿No tienes que ir por allí?- Cuestionó Lucho señalando la calle que siempre recorría para volver a casa. Me encogí de hombros y miré al frente; no quería ir al hogar de acogida porque sabía que acabaría en mi habitación llorando de nuevo.

Me despedí de los chicos y me extrañé cuando Mateo también lo hizo. Mauro le susurró algo en el oído que, en otra ocasión, me habría causado curiosidad.

Metí mis manos en los bolsillos de mi campera después de colocarme bien la mochila y me senté en uno de los bancos de la plaza , recostada en el respaldo y mirando a la gente pasar. Matu se sentó a mi lado y sacó una caja de tabaco de su mochila. Prendió un cigarrillo y se lo llevó a los labios para después tenderme otro junto al mechero. Llevé la llama al extremo del cigarro y le di una calada cuando estuvo encendido.

Pasamos casi un cuarto de hora fumando en silencio, de vez en cuando miraba de reojo a Mateo, que estaba sentado con las piernas abiertas y el cuerpo reclinado hacia delante, con loas codos apoyados en las rodillas. Miraba todo el rato al frente y de vez en cuando se colocaba bien el arito de la nariz, que se le iba moviendo al darle alguna calada a su cigarrillo.

- ¿No tenés hambre?- Cuestionó después de un rato girándose y haciendo que nuestras miradas chocasen. Me encogí de hombros y él arrojó el cigarro a suelo y lo piso con la punta del pie antes de ponerse en pie y extender su mano hacia mi.- Dale, boluda, tenés que comer.- Insistió y rodé los ojos apagando el tabaco y cogiendo su mano.

Hizo fuerza para levantarme del banco y pasó uno de sus brazos sobre mis hombros mientras caminábamos.

- Matu, no tengo plata.- Advertí al ver que caminábamos hacia el McDonald's. Él rodó los ojos y siguió caminando.

- No seas tonta, te pago la comida.- Informó y no respondí mientras caminábamos hasta el restaurante. 

Nos sentamos en la mesa de siempre y él caminó hasta el mostrador para agarrar la comida, ya sabía lo que quería porque siempre pedía lo mismo. Yo resoplé y tiré la mochila a un lado del sofá donde estaba sentada antes de cruzarme de brazos sobre la mesa y apoyar mi cabeza sobre ellos.

- Eu, llegó el Big Mac.- Escuche la voz de Mateo y levanté la cabeza para verle de pie a mi lado sonriéndome.

- Te debo la plata del menú.- Hablé haciéndome a un lado para que se sentase a mi lado.

- Ni hablar, invito yo.

- No seas boludo, Mateo, bastante haces dejándome el dinero como para que encima...

- Que lo pago yo y punto. Dios, Sara, sos alta cabezota.- Resopló negando con la cabeza y haciéndome reír un poco.

- Como vos.- Sonreí mordiendo una patata y apoyé mi cabeza en el hombro de Mateo riendo después de ver cómo rodaba los ojos.

- Deja de hacer esas cosas porque un día no voy a resistirme.- Advirtió con una ceja alzada y me separé de él para mirarle.

- ¿A qué?- Inquirí confundida.

- A chaparte.















c.r.o pasa el revólver porque 0 inspiración.

Pibes; Trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora