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— La doctora me dijo que mi cuerpo está dentro de todo bien, mis padres se sintieron muy aliviados cuando lo oyeron, aunque no lo entiendo muy bien, hace casi nueve meses que estoy en terapia, era obvio que iba a avanzar, ¿no?

Hayden escucha a su amigo por la bocina del celular en altavoz mientras está sentado en el piso con su mochila, sacando y metiendo cosas.

— No te creas, Lou. Cuando estaba internado llegué a conocer a gente que tenía nuestros mismos problemas y llevaban allí más de diez años. Es una mierda, créeme — abre su billetera y cuenta el dinero en ella. Hace una mueca, pensaba que tenía más —. Tu cuerpo está bien, ¿verdad? Pero, ¿cómo estás tú? ¿cómo te sientes? Ni se te ocurra mentirme  porque me daré cuenta, eh.

— Ya te pareces a mi psicóloga, jaja. Estoy bien, creo. La verdad no lo sé. Todavía no entiendo nada. No me entiendo. A veces me da el ataque de todo es una mierda, ya sabes. Estoy demasiado lejos de quererme algo, odio casi todo y sobre todo a mí mismo. Lo que me da más rabia es que ni yo sé cuándo empezó todo esto. Cuando tengo mis arranques positivos de poner más voluntad, siempre termino sintiendo un tirón que me baja de todo eso y lo odio. Odio no saber expresar lo horrible que me siento a veces porque ni siquiera lo sé yo.

— Sé que tú no ves tus avances. Pero yo sí — agudiza su voz —, y estoy tan orgulloso que podría llorar — sonríe al escuchar la risa de su amigo —. Ya en serio, hiciste demasiados avances, yo tardé muchísimo más y era demasiado terco, lo estás sobrellevando mucho mejor que yo. No tienes idea de lo feliz que me hace eso.

— ¿No será porque tengo a un mejor amigo genial?

— Sí, definitivamente es por eso — ambos ríen y Hayden se levanta rápidamente para tomar su abrigo y vuelve a sentarse para atar bien sus agujetas —. Son cinco para las cuatro, ¿no deberías ir ya a tu sesión con la psicóloga? — pregunta ya saliendo de su habitación con la mochila colgando de un solo hombro.

— ¡Mierda! ¡Nos vemos, Den! — grita y cuelgan.

Guarda el celular en su bolsillo delantero de su pantalón y llega hasta la sala, donde Maisie está barriendo el piso mientras que Emma se encuentra acostado en el sofá con un libro encima de su cara.

— ¿Por qué solo yo estoy limpiando? ¡No es justo, cariño!

— Porque perdiste en piedra, papel o tijeras, cariño.

— No se vale, ¿para qué tenemos un hijo si no lo ponemos a limpiar?

— Porque yo no elijo siempre piedra, mamá — dice con una sonrisa. Maisie lo mira falsamente indignado y continúa con su tarea —. Dentro de poco es el cumpleaños de Lou, así que iré a comprarle algún regalo, volveré antes de que anochezca, ¿sí?

...

Hayden sonríe y le paga a la chica de la caja, mientras esta le devuelve el gesto y le entrega la bolsa que contiene un libro en ella.
Son pocos más de las cinco y él aún no quiere volver a su casa a hacer nada, así que decide ir hasta el consultorio donde su amigo en cualquier momento saldrá para darle una sorpresa.

— ¿No deberías estar estudiando para el examen del miércoles? — le pregunta en burla Louis y se saludan con un corto abrazo.

— Mira quién lo dice, ¿hasta qué hora te desvelaste leyendo hoy? — ríen —. Vine porque me aburría, además de que tenía que entregarte esto — dice y de su mochila saca una pila de papeles —. Deja de faltar, me estás volviendo un alumno responsable que toma apuntes diarios, iugh — agrega con falsa molestia —. Atenta contra toda creencia mía y estilo personal.

Entre bromas y amistosos empujones, caminan sin un rumbo fijo. Louis deja de sonreír por un instante al darse cuenta de que en ese mismo momento, es feliz. Porque en realidad, la felicidad son momentos, te hacen olvidar las cosas malas, porque como la felicidad son momentos, las cosas malas también lo son. Porque depende de él qué es lo que quiere que predomine en su vida, su felicidad depende de él mismo y qué tanto esté dispuesto a luchar por ella. 
No puedes hacerte cargo de los demonios de otros porque estos terminarán por arrastrarte con ellos, no puedes luchar por la felicidad de alguien si la persona no está interesada en ser salvada, en salvarse. Los seres cercanos te acompañan y apoyan, pero nada de eso sirve si el afectado no toma las riendas de su vida. 

— Den — llama —. Creo que ahora lo entiendo un poco — dice y sonríe en pleno, haciendo que sus ojos se vuelvan líneas rectas, una sonrisa que todo el mundo amaba y él, aunque pensaba todo lo contrario, empieza a pensar que si refleja toda su felicidad, no estaba tan mal.

— Te estabas tardando, ¿no? — responde y al tener que separar caminos, se saludan con un juego de manos. 

...

El sol brilla tanto como yo, se dice y sonriendo niega juguetón. Le entrega el poco dinero que le quedaba al vendedor y este le entrega el ramo de lirios amablemente. 
Camina sin prisas, sintiendo que de a poco el mundo va fluyendo un poco más lento, pero no le importa, porque está bien ir más despacio a veces.

Se siente extrañado al ver a alguien más en ese lugar, pero sigue avanzando.

— ¿Brendon? — dice con duda, el sujeto se da la vuelva —. Oh, sí eres tú.

— ¿Te conozco? — pregunta con voz tosca y Hayden frunce el ceño, antes era más amable.

— Soy yo, Hayden Roller, estuve con uhm... con ella en cuidados intensivos y en varias terapias, ¿recuerda?

— Uh, estás vivo — dice simplemente, y no puede evitar sentirse un poco ofendido por el comentario fuera de lugar —. ¿Qué haces aquí, niño? Nunca nadie viene a verla, pensé que era el único. — yo también.

— Bueno, es su aniversario — responde corto y de agacha para dejar el ramo de lirios encima de la lápida. Brendon lo mira con una ceja alzada, ya que no era su aniversario de defunción. Hayden se toma su tiempo mirando la lápida y pensando qué decirle. Hace bastante tiempo que no iba a verla, nunca le gustaron los cementerios. 

— En serio pensé que algún día podría hacerla cambiar de parecer. Parecía una broma de muy mal gusto, me dejó y al día siguiente se muere. 

— Lo dejó porque por fin quería tomar las riendas de su vida — responde, con un leve sentimiento de enojo en él —. Lisa me dijo que no estaba interesada en seguir viviendo hasta que llegué yo, decía que le recordaba a cómo era ella antes. Se tardó casi la mitad del tiempo en el que estuve en rehabilitación, pero cuando finalmente decidió dejar de lastimar a gente que quería, como usted, fue demasiado tarde. No estaba en tus manos que ella dejara la anorexia. No podías evitarlo de todas maneras, como yo tampoco hubiese podido aún si la podía llegar a entender más que cualquier otro. 

— Lisa pasó la mitad de su vida en hospitales, y yo ahora paso lo que queda de la mía en cigarros y alcohol, ¿está bien que me odie tanto cómo lo estoy haciendo ahora mismo?

— No lo sé, solo tengo diecisiete años — se para y mete las manos en los bolsillos de su abrigo. Ha empezado a refrescar —. ¿Quiere salir adelante, aceptar la realidad y saber que Lisa hizo todo lo que pudo para intentar vivir feliz de una vez por todas?

— Deja de nombrarla tanto, está muerta. ¡Fue tan estúpida de hacerle caso a un puto espejo que al resto!

Ella odiaría a la persona en la que se ha vuelto. Tan hostil.

— Escúcheme, Brendon — siente su cuerpo tensarse y las palabras salen tan rápido que le sorprende no atropellarse con ellas—. Independientemente de sus problemas  o cómo se sienta con respecto a usted mismo, no le concierne a nadie más que a su persona, y no justifica que se comporte como una mierda de persona. Eso no quiere decir que no pueda apoyarse en otras personas como lo hicimos nosotros para salir adelante, pero no quiere decir que pueda ir tratando horrible a las personas solo porque no es capaz de hacerse cargo de lo suyo. Buenas tardes. 

Se aleja a paso rápido, solo pensando en que le alegra que su mejor amigo no haya terminado como Lisa, ni él como Brendon. 

Espejo | #02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora