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— Hayden cielo, tranquilo — susurró Emma mientras le acariciaba el cabello, Maisie apretó el abrazo —. ¿Qué tiene Louis?

— ¡Tiene anorexia, ma! ¡Louis es anoréxico! — escucharon la voz ronca y quebrada de su hijo, intercambiaron miradas, recordando las épocas más dolorosas para ellas, pero más para Hayden —. ¡No me di cuenta! ¡Soy el peor amigo de todos! ¡Todas esas veces que no iba a la cafetería porque decía que quería estudiar! ¡Todas esas veces que fui a su casa y él no tocaba su merienda! ¡Cuando decía que había tenido un mal día y decía que no tenía apetito! — Se restregó la cara hasta tirar de su cabello —. ¡Las veces que le bajó la presión, que se mareó! ¡Cuando no tenía fuerzas para nada!

— ¡No! No hijo — Maisie se agachó a la altura de su hijo e intentó quitarle con delicadeza las manos del cabello —. Den, mírame, mírame ¿sí? Tú no tienes la culpa.

— Es difícil darse cuenta — Emma le acarició la mejilla. Estaban sentadas en el suelo, consolandolo —. Es difícil, nosotras no nos dimos cuenta hasta que... hasta que — sintió las palabras ahogarle en la garganta, y las lágrimas nublando la vista. Maisie le apretó la mano, brindándole apoyo —... no nos dimos cuenta hasta que casi te perdemos. Te diste cuenta antes de ello, ¿verdad? — sintió el leve subir y bajar de su cabeza, dándole una afirmación.

— Te amamos, cielo — hablaron —. Tienes todo nuestro apoyo, también sus padres y sobretodo Louis.

Entre mimos y abrazos de ellos, Hayden cayó dormido cansado de llorar en los brazos de sus padres.
Emma fue a dejarlo a su habitación mientras Maisie intentaba calmarse en la cocina.

— Emma — la llamó su esposa, y no necesitó decir nada más, esa palabra estaba cargada del pedido mudo de un abrazo. Ella la abrazo por detrás, transmitiéndole todo el amor que pudo en ese abrazo. Luego de unas horas, cuando faltaban quince minutos para las ocho, Hayden apareció por el pasillo.

— ¿Qué horas es? — miró el reloj de la cocina —. Ya es tarde. mamás, ¿puedo ir a la casa de Louis? Prometí verlo para la cena, por favor. — Las señoras Roller se miraron entre sí.

— Está bien. Ven, te llevamos.

Una vez Hayden llegase y se despidiese de sus madres, tocó el timbre, lo atendió Diana. Al fondo de la sala visualizó a Louis.

— Hayden... no creo que sea un buen... 

— ¡Hayden!

— ¡Hola!

Y cómo si no se hubiesen visto en años, se dieron el abrazo más fuerte y cargado de amor que jamás dieron en sus vidas.

— Tranquilo... — Susurró Hayden mientras acariciaba su cabello —. Todo está bien.

Espejo | #02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora