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— Chicos — llamó Alicia, debatiendo si hablar o no —. La cena está lista.

Ambos intercambiaron miradas. Hayden suspiró.

— ¿Vamos? No tenemos que dejarlos esperando — extendió su mano hacia Louis, este acepta y de un tirón Hayden lo levanta —. No tienes porqué agobiarte, si sientes que no eres capaz en algún momento, sólo dímelo, ¿sí? 

— Está bien, vamos.

En la mesa había un ambiente un tanto incómodo. Nada volvería a ser cómo antes, y tal vez eso era lo que más le preocupaba a Louis. Sus padres le perderían la confianza, no lo dejarían estar solo, lo tratarían como si fuese de cristal.

Y eso era lo que más odio le daba.

Para aliviar el ambiente, Hayden contaba anécdotas de la escuela e incentivaba a que él hiciese lo mismo, cosa que de a poco logró.

— Creo que ya es hora de que llame a mis madres para que vengan por mí — miró con un poco de pena la comida casi intacta de Louis, por lo menos había comida más de lo que esperaba, no estaba adentrado en la enfermedad en medidas crónicas, y se aseguraría de que no pasase —. Gracias por la cena, señores Prescott. 

— ¿ma? — preguntó cuándo atendió el celular Emma —. ¿Ya pueden venir por mí?

— Por supuesto hijo, enseguida voy. — Sonrió, y mantuvo la misma sonrisa cuando vi a Louis detrás suyo, acercandoce. Sin embargo, cambió a un ceño fruncido cuando vio cómo le tiraba levemente de su manga para llamar su atención.

— Den, ¿puedes... quedarte... sólo por hoy?

— ¿Hayden, hijo? — llevó el celular rápidamente a su oído, dándose cuenta de que no había cortado la llamada —. ¿Es ese Louis? ¿Cómo está?

— B-bien. Bueno, ya sabes. Uh...

— ¿Vas a pedirme permiso para quedarte con Louis? Lo escuché — le dio un silencio afirmativo —. No lo sé..., pregúntale a Alicia y Andrés.

— Mis papás están de acuerdo, señora Roller. — Se apresuró a decir su amigo.

— Está bien. Llámame si pasa algo. Te quiero.

— Yo también, ma.

Una vez que ya se encontraban en la sala, (habían acordado dormir allí, cómo cuando eran niños) y acostados uno al lado del otro, en plena oscuridad, rompió el silencio.

— Eres mi mejor amigo, ¿sabes?

— Lo sé, tú eres el mío.

— Y te quiero mucho, ¿sabes?

— Yo también te quiero.

Se mordió el labio, inquieto.

— Lou — llamó su atención —. No te obligaré a absolutamente nada, pero... ¿quieres contarme?

Louis asintió.

Espejo | #02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora