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La puerta se cerró. Mi padre se había ido. Estaba en la cama con el corazón a punto de estallar. Sentía los latidos resonando en mi cabeza. Hoseok llevaba un diario. ¿Cómo se me había pasado por alto? ¿Y dónde estaría? Miré mi habitación. Los muebles eran, según tenía entendido, los mismos que cuando la habitación pertenecía a Hoseok. Solo había cambiado la cama.

Junto a la cama había una mesilla con un cajón y un viejo sillón de cuero en el que casi nunca me sentaba. Delante de la ventana había una mesa con una vitrina y tres cajones y a la izquierda dos estantes de libros, uno en la pared de la ventana y otro en la pared del dormitorio de mis padres.

Entre las estanterías y el armario estaba mi cómoda. Esos eran los muebles de mi habitación. Los mismos que tenías tú en la tuya, Hoseok. ¿Dónde habías escondido el diario? Traté de ponerme en tu lugar, fingí que llevaba un diario y no quería que nadie lo encontrase.

¿Dónde lo ocultaría? Tenía mi vieja caja metálica negra, mi caja de tesoros. Como no podía cerrarla con llave, la escondía. Solía guardarla al fondo de uno de los armarios o debajo de la cama. ¿Dónde habías escondido tu diario, Hoseok? Registré los muebles, abrí todos los cajones, las puertas, deslicé el dedo en busca de un compartimento secreto o de un diario pegado debajo de algo. Me subí a una silla y miré encima de las estanterías, pero no encontré nada más que polvo.

Hice lo propio con los armarios y solo hallé más polvo. Trepé sobre la mesa para retirar la rejilla metálica del ventilador, pero estaba atascada. No encontré ningún diario. Desenterré la bolsa de plástico con coches de juguete que había puesto detrás de los libros unos años antes.

En realidad, me había olvidado de ella. Abrí la bolsa y fue como retroceder nueve o diez años en el tiempo. Había conservado mis coches favoritos. Los otros se los había dado a mis primos pequeños.

Vacié la bolsa sobre la cama: de ella salieron un pequeño autobús rojo de dos pisos, un Hillman azul con una ventanilla trasera que se podía abrir, un Chevrolet oxidado que en origen había sido rosa, un transporte de caballos rojo oscuro que perteneció a Hoseok. «URGENTE REMOLQUE DE CABALLOS - SERVICIO DE ALQUILER», en letras amarillas. Y luego lo más bonito: un Austin azulado con un volante encima, un volante de plástico rojo; si se giraba el volante, las ruedas delanteras se movían.

Dentro del coche había dos figuras: un monitor de autoescuela y su alumno. Mi padre me regaló el Austin cuando cumplí tres años, pero no me acuerdo. Sí recuerdo que fue el mejor coche que tuve, mi juguete más preciado. Dediqué un buen rato a mirar los cochecitos. Los toqué y los olí. Incluso conduje el Austin azul sobre la mesilla. El volante funcionaba a la perfección, aunque las ruedas de goma negra estaban un poquito gastadas. Se habían deteriorado, igual que la cubierta de goma de las raquetas de tenis de mesa de Hoseok.

Me desperté cuando mi madre llegó a casa.

— ¿Cómo estás? —preguntó, tocándome la frente.

—Me siento mejor —respondí—. Creo que no tengo fiebre.

—Ya no estás tan caliente. ¿Has dormido mucho?

—Un par de horas. — Se fijó en mi mesilla, donde estaban el Austin y el remolque de caballos.

—Ya veo que has estado jugando con tus cochecitos, ¿eh? —dijo en tono infantil.

—Los encontré en mi estantería cuando estaba buscando un libro —comenté, sonriendo. Mi madre se rio.

—No tienes por qué dar explicaciones. Lo comprendo. —Miró los coches otra vez—. ¡Qué curioso!

— ¿El qué? — Cogió el remolque de caballos. —Fue un regalo para Hoseok cuando cumplió los tres años. Se lo compró Si won. Venía con unos caballitos de plástico que desaparecieron enseguida. — Lo puso sobre la mesilla. —Y este fue tu regalo, cuando cumpliste tres años. También lo compró Si won.

La observé mientras hablaba. Percibí la amargura oculta que emerge cuando alguien se siente triste. Sin embargo, me pareció que le brillaban los ojos, como si a pesar de todo estuviese contenta.

—Y aquí están juntos en tu mesilla —continuó—. Los regalos de los dos hermanos en su tercer cumpleaños. ¿Recuerdas cuando desapareció tu coche? ¿El azul? —Hice un gesto negativo con la cabeza. —Estabas desolado. Pensamos que no ibas a dejar de llorar nunca. Y cuando por fin lo encontramos, no lo soltabas. Lo llevabas a todas partes. Incluso dormías con él —dijo riéndose—. ¿No te acuerdas?

—No. Solo recuerdo que era mi coche más bonito, mi favorito.

—Y ahora vuelves a jugar con él —bromeó, y se dirigió a la cocina.

Al día siguiente por la noche mis padres estaban invitados a una fiesta.

—Seguramente llegaremos tarde —anunció mi madre—, así que tendrás que arreglártelas solo.

Estábamos cenando en la cocina. Era el primer día de la semana que me levantaba de la cama.

— ¿Por qué no le pedimos a Taehyung que venga si quiere, claro? —sugerí. Mis padres me miraron.

—Vaya —exclamó mi madre—. No solo vuelves a jugar con tus cochecitos, sino que también necesitas una niñera. ¿Será cierto que ya tienes dieciséis años?

—Solo estoy viajando en el tiempo —respondí.

—Hay una película en la televisión —comentó mi padre—. Del Oeste. Puedes verla. No te aburrirás.

—No es por el aburrimiento. Quiero ver a Taehyung, nada más. Y como vais a salir...

—Pues claro —dijo mi madre—. Estará encantado de venir. Llámalo.

—Lo haré —afirmé, y me di cuenta de que mi padre ponía mala cara.

Mi Hermano y Su Hermano --- JHS+MYGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora