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Yoongi frenó en el aparcamiento próximo a nuestra casa. A través de la lluvia vi luz en la ventana de la cocina. Dejó el motor en marcha unos instantes. Luego lo apagó. Permanecí sentado a su lado en silencio. Ni siquiera me di cuenta de que me miraba.

— ¿En qué estás pensando, klučina? — Me asusté.

— ¿Qué has dicho? — Yoongi sonrió.

— ¿En qué estás pensando, Jungkook? — Hice un gesto de indiferencia.

—No lo sé. En cosas. Nada en especial.

Seguía lloviendo a mares. Vi a alguien sentado ante la mesa de nuestra cocina, pero no distinguí si era mi padre o mi madre.

—No estás triste, ¿verdad? —preguntó, tocándome el brazo.

— ¿Triste? En absoluto. ¿Por qué motivo? No, no estoy triste. Solo que todo esto me parece muy raro, como un sueño.

— ¿A qué te refieres? — Lo miré a los ojos.

—No sé. Es como... como si todo se borrase y no supiese qué ocurrió en realidad, no pudiese distinguir la imaginación de la realidad.

—Te refieres a lo que le ocurrió a Hoseok y a lo que ocurre ahora. — Asentí.

—A veces es como si Hoseok y yo fuésemos la misma persona. Como si solo existiese uno de nosotros. Y las cosas que le ocurrieron a él, también me ocurren a mí. Pero ahora. ¿Lo entiendes?

—La verdad es que no —confesó Yoongi—. ¿Quieres decir que las cosas que te están ocurriendo son repeticiones de lo que le ocurrió a Hoseok? — Lo pensé durante unos momentos.

—Es difícil de explicar. Se trata más bien de una sensación, una sensación de tristeza. Como si supiese más cosas de Hoseok de lo que debería saber. Sé más de lo que me han contado. Es como si mi imagen de Hoseok se basase no solo en lo que otros me han dicho y en lo que leí en su diario, sino en algo más. Como si hubiese otro camino entre Hoseok y yo. Una especie de atajo. — Yoongi asintió.

—Sí. Tal vez haya un atajo. ¿Quién sabe?

Se quedó callado. La lluvia amainó, y luego dejó de llover. Cogí mi mochila y abrí la puerta del coche.

Yoongi estiró la mano y me acarició la mejilla.

— ¡Hasta luego!

Me quedé en el aparcamiento, mirando cómo Yoongi se alejaba por la calle en dirección a la carretera. Me sentí frágil. Estaba feliz y triste a un tiempo. Feliz porque había conocido a Yoongi, triste —o más bien melancólico— porque ya no tenía más pistas que seguir en mi búsqueda de Hoseok. Yoongi había sido la última pista. Ahora solo quedaba yo.

Abrí la puerta principal. El piso estaba en silencio. Me quité la cazadora y los zapatos y dejé la mochila en mi habitación. Oí un suave susurro procedente de la cocina. Era mi padre, que estaba leyendo un periódico sensacionalista.

— ¡Hola! —Exclamó, sorprendido al verme—. Creí que era Taeyeon. Hace un par de horas que se fue a ver a Else. — Me senté frente a mi padre.

— ¿Lo has pasado bien? —preguntó.

—Sí. — Dobló el periódico.

—No esperaba que volvieses hasta mañana.

— ¿En serio? Bueno, no habíamos... decidido cuánto me iba a quedar. Y aquí estoy.

De nuevo se impuso aquella extraña sensación de vacío que surgía cuando mi padre y yo estábamos solos. Era como si no tuviésemos nada en común. Y en cierto modo me sentí culpable, como si fuese culpa mía que no tuviésemos nada de qué hablar, nada que decirnos.

Permanecimos callados un rato, esperando que sucediese algo. Luego, me levanté y fui a la sala a llamar a Taehyung. Mi padre volvió a sumirse en su periódico. Esperé con el auricular en la mano a que Taehyung respondiese. Pero no estaba. Colgué y regresé a la cocina.

— ¿No contestan? — Negué con la cabeza.

— ¿Te apetece un café? —pregunté, sirviéndome una taza.

—No, gracias. Acabo de tomar uno.

Me di cuenta de que me miraba cuando me dirigí con la taza de café a la sala. Poco después apareció en la sala y se sentó en el sillón.

—Mañana por la mañana podemos salir a pasear —sugirió—, aprovechando que estás en casa. Los dos solos. Si no tienes nada mejor que hacer, claro. — Lo miré.

— ¿Adónde vamos? —pregunté, como si importase mucho. Lo pensó durante un rato.

—Puedo enseñarte la madriguera en la que Hoseok vio a las tres crías de zorro.

Estuve a punto de atragantarme con el café.

— ¿Sabes dónde está? — Asintió.

—Por supuesto. Fuimos los dos juntos. Hoseok y yo. Me la enseñó unas semanas después de encontrarla. Y volvimos un par de veces más antes de...

—Oh, no lo sabía —exclamé, mirando el televisor y la fotografía de Hoseok.

—Tal vez no la sigan utilizando —continuó mi padre—. Esta primavera no he ido ninguna vez. Pero sería bonito que vieses la madriguera, ¿no crees? Y la roca a la que trepó antes de ver las crías de zorro.

Una suave brisa agitaba la cortina blanca del balcón abierto. Las luces y sombras se reflejaban en el cristal del retrato de mi hermano y lo hacían revivir.

Me miraba y me sonreía.

—Sí, sería bonito. Sería realmente bonito —afirmé. Y mi padre también sonrió.




FIN

Mi Hermano y Su Hermano --- JHS+MYGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora