Prólogo

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Las únicas veces en las que me podía sentir fuera de una jaula, era cuando bailaba ballet, aun si no tuviese ni el más mínimo conocimiento sobre este

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Las únicas veces en las que me podía sentir fuera de una jaula, era cuando bailaba ballet, aun si no tuviese ni el más mínimo conocimiento sobre este. La música podía ir un ritmo tan suave y relajante que me perdía en los acordes, pero cuando se trataba de un ritmo más movido, mi falta de experiencia me hacía ganar unas cuantas carcajadas por parte de mis padres al verme intentar. Y mis intentos fueron tantos, que mis padres me anotaron a unas clases con la promesa de que, si no me gustaba, me sacarían.

Esto terminó siendo lo contrario, porque quedé encantada con el estilo de baile.

Con los años, mis padres no eran los únicos que disfrutaban de verme bailar. Siempre invitaban a familiares o cualquier persona cercana a la familia a mis presentaciones. En especial a mi tío, quien, por cuestiones de trabajo, nunca podía ir y declinaba las invitaciones.

Mi tío siempre ha sido un hombre reservado y serio, pero eso no le quitaba el mérito de ser el mejor tío del mundo. Aunque no fuera a mis eventos, procuraba enviarme flores con cartas de apoyo, y si tenía unas cuantas horas libres, las usaba para llamarme. Llamadas en las que me relataba aquellas historias de superhéroes que él sabía que me encantaban.

Y el día que me dijeron que finalmente iría a verme en persona, me emocione mucho.

Aún puedo recordar esa felicidad que me recorrió mi cuerpo, en cuanto recibí la noticia, y durante semanas, no deje de pensar en que esa noche, sería la mejor de toda mi vida. Era mi primera vez haciendo un solo en casi seis años de prácticas; habían hecho valer la pena los extensos debates con mis maestros, las terribles heridas en los pies y esas inseguridades que se me habían metido a la cabeza a tan temprana edad.

Todo era de color rosa, hasta que mi tío tuvo que cancelar por unos problemas en su trabajo. Mi padre insistió en que viniera, pero él se negó, diciendo que era algo que no podía ignorar.

Fue la primera vez que me sentí enojada ante su falta.

Esto no era como aquellas primeras presentaciones, pues ahí tenía que estar detrás de numerosas chicas y chicos, por lo que no me importaba si faltaba o no. Quería que él viniera cuando solo se tratara de mí y el escenario. Quería que viera ese esfuerzo de años que me tomo el tener mi primer solo, y él no estaría para verme.

Me tomó tiempo tranquilizarme a mí misma, pensando en que existían más oportunidades.

Tenía 10 años cuando esa noche inició con diferentes bailes de varias academias, la última presentación de la noche sería la mía y con el paso de las horas, comencé a tener ansiedad. Aunque a esa edad no sabía realmente lo que era, pero al recordarlo, sabía que era ansiedad. Mi mente había comprendido que sería mi primera presentación en solitario y a pesar de tener aquella presión en mi pecho, tuve que cambiarme de vestuario en cuanto el reloj marcó las 7:25 de la noche.

Tal vez por los nervios, sentí mi vestuario algo incómodo, pero logré mantener mi compostura al ver a mi madre saludarme entre la multitud y a mi padre alzando ambos pulgares en alto.

I NEED YOU || Peter ParkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora