LO QUE NO ES AMOR.

Capítulo 22. (Manada)

Tras casi una semana que ha durado el celo de Tony, hemos conseguido volver a la normalidad más o menos, su fiebre desapareció y hemos pasado los últimos días más entre abrazos y besos que teniendo sexo. La verdad es que aún no me puedo creer que haya podido vivir esto junto a él, junto al Omega más precioso que haya visto en mi vida. He de confesar sin pudor alguno, que ha sido la primera vez que me hago cargo de un Omega en su celo; es más, me alegra haber esperado si con ello lo he podido vivir junto a él. Cuidarle, satisfacerle y alimentarle ha sido todo un placer que me hubiera gustado que no tuviera fin, pero todo termina, hasta las mejores cosas de la vida y creo que ya hemos eludido nuestras obligaciones por demasiado tiempo.

Salgo de la cocina con el desayuno en la mano, pero Tony no se encuentra ya en la habitación y no me extraña, lo más complicado con él siempre es hacerle comer; lo dejo sobre la mesilla que hay a la entrada y abro las ventanas de par en par. Nuestros aromas están completamente impregnados por todo el lugar y es mejor para su recuperación que entre aire limpio; cambio las sábanas y vuelvo a coger la bandeja para ir en su busca. Es bueno que al fin haya salido de aquí, como debe ser, pero la verdad es que en el fondo me da un poco de pena.

Enseguida le encuentro, no porque detecte su aroma, ya que este es camuflado por alguna especie de olor a químico, pero el apartamento es demasiado pequeño como para ocultarse. Mi amado Omega está de espaldas en el salón; dejo el desayuno sobre el mueble sin que se percate de mi presencia y me quedo observándolo por un buen rato desde el marco de la puerta. No quiero interrumpirle, sólo intento memorizar cada movimiento, cada expresión, cualquier detalle que haya podido perderme de todo su ser, mientras pienso en que aún no me creo que esté de vuelta conmigo.

— Definitivamente le has echado más en falta, a ella que a mí—. Interrumpo al fin.

— Eso no es cierto Capitán. ¿Estás celoso?

— No, claro que no. Por nada del mundo me gustaría que me frotaras con disolvente como a ella, de ninguna de las maneras.

— ¡Mira lo que le han hecho Steve! Estoy de acuerdo con algunas de las pintadas, pero no en mi armadura, no puedo salir así con ella —. Tony se queja sin levantar la vista de lo que está haciendo, lleva un buen rato absorto en su armadura.

— ¿Acaso piensas ir al algún lado?

— Claro, tengo que buscar a Peter, a Pepper y a Bruce. No te ofendas, lo de vivir en tu cama ha estado muy bien, pero tengo una vida ahí fuera.

— Eres un arrogante y un engreído. ¿Lo sabías?.. ¡Qué digo, claro que lo sabes! — Bromeo, me gusta justo así, pero quiero tentarle para que me preste algo de atención —. En realidad Tony, la pregunta sería. ¿Por qué?

— ¿Por qué?

— Si, por qué. Por qué lo eres conmigo —. Se gira y me mira, al fin he conseguido captar su atención.