CAPITULO XIV

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PATY

Paty: ¡Lo sé!

No estoy enfadada con él, más bien estoy sorprendida de las sensaciones que le está provocando a mi cuerpo, sensaciones que creí nunca revivirían.

El sábado y domingo transcurren divertidos e interesantes, con miradas coquetas y cómplices, aunque entrando la noche, su dolor es más agudo, trata de no demostrarlo, pero como me dijo Frankco, solo es cuestión de observarlo con atención, me preocupa, pero no puedo hacer nada por ayudarlo.

Regresamos al Paraíso el domingo en la noche, en el tocador de mi habitación me encuentro con un jarrón de cristal con un montón de tulipanes en tonos morados y lilas, una inmensa sonrisa inunda mi rostro en cuanto veo el arreglo, las acaricio, trato de convencerme de que son reales, hace tanto que nadie me obsequia una flor, la tarjeta en el arreglo dice: "La primera semana, de muchas..."

Y está firmada, ¿A qué hora la firmó?, no me aguanto y voy a su habitación a agradecerle el gesto con un beso.

Paty: ¡Están hermosas!, ¡Gracias!, pero ¿A qué hora firmó la tarjeta? Que no me di cuenta.

Terry: Me alegra que te gusten, la dejé firmada.

Paty: Así que, ¿Sabía que todo iría bien?

Terry: Contigo... Eso nunca se sabe hermosa. (Ambos reímos, pero se ve adolorido y cansado).

La mañana siguiente Lía tiene mil documentos para firma del Sr. y mil pendientes para mí, tengo que ponerme al día con un montón de cosas, el trabajo no para. A la hora de la comida sinceramente prefiero seguir avanzando con los pendientes, quiero replicar pero el Sr. me dirige una mirada de "Ni se te ocurra" Así que evito un enfrentamiento, supongo que aceptar cuando uno puede ganar una batalla y cuando no, es signo de madurez.

Después de comer, continúo trabajando desde el despacho, no sé cuánto tiempo llevo ahí, el cuello comienza a dolerme. Aparece el Sr. abriendo la puerta de un solo golpe exaltándome por la sorpresa, con la bata de seda guindo, el cabello húmedo, el ceño fruncido y una cara de pocos amigos, intimidantemente sexy.

Terry: ¿Sabes qué hora es? ¿Dónde demonios está mi cita? ¿A quién carajos le hablaste que no ha llegado? (Inquiere exasperado ¿Su cita? ¿De qué me está hablando? Estamos juntos, somos solo él y yo, siento un enorme hueco en el estómago, mi corazón deja de bombear, mi respiración se detiene, él no me miente). No te quedes congelada, no me importa quién carajos es, la borras ahora mismo.

Paty: Yo... No le llamé a nadie. (Golpea el escritorio con la mano abierta, trayendo mi respiración de regreso, parpadeo varias veces para aclarar mis ojos, tras el escozor repentino. No entiendo, ¿Por qué me dice eso?).

Terry: Entiendo que tengas trabajo, pero eso no te exime de las obligaciones rutinarias, no es muy pinche complicado hacer una llamada, ¡Carajo!

Paty: Espere, no entiendo por qué me dice todo esto. (Mi voz suena claramente insegura).

Terry: ¿Qué es lo que no entiendes?

Paty: Seríamos solo usted y yo, usted me lo dijo, y usted no miente, ¿Recuerda?

Terry: ¿¿Qué?? Dije que esa semana seríamos solo tú y yo, y esa semana ya terminó.

Escucho claramente cómo mi alma comienza a derrumbarse por una enorme cuarteadura que la atraviesa por completo, acompañada de un dolor agudo en el pecho, pero no le voy a dar el gusto de verme llorar, no por él.

Paty: En el fondo sabía que esto no podía durar demasiado tiempo, pero ¿Una semana? ¿De verdad?

Terry: Dije que una semana seríamos solo tú y yo, mis citas no cambian.

El Sr. del ParaísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora