Una Historia Familiar

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Rápidamente pasó la semana que Tony Stark le había dado a Peter. Tony le había conseguido un trabajo a Tía May en París para tener una excusa para que ellos fueran a esa ciudad y no hubiera problemas en ese aspecto. Por su parte Ned estaba triste de que Peter se fuera dado que no solo era su mejor amigo, no, era algo más... él era como su hermano, y lo mismo le pasaba a Peter. Él sabía que a donde iba no conocía a nadie, además que no conocía la ciudad o hablaba francés tan siquiera.

—Como quisiera no irme Ned —le comentó algo desanimado—, además no es como si me fuera para siempre.

Ned lo miró a los ojos y apreció realmente el intento de su amigo por animarlo.

—¿Sabes Peter? algo me dice que no volverás aquí... que harás tu vida allá —comentó en un tono melancólico, Peter iba a protestar pero él lo detuvo—. No me preguntes como sé eso porque ni siquiera yo lo sé. Pienso que tendrás una linda esposa francesa y unos hermosos hijos, pero prométeme algo Peter; que nunca perderemos el contacto y que siempre seremos amigos —le propuso con lágrimas en los ojos.

—Te lo prometo Ned, no, te lo juro... te juro que siempre seremos amigos.

Peter lo abrazó de manera simultánea cuando pronunció ese juramente mientras lloraban. Unos momentos después Peter y Tía May subieron al avión que los llevaría hacia París. En el avión Peter iba centrado en sus pensamientos cuando May le tocó el hombro y le dio una sonrisa afable en un intento de tranquilizarlo.

—Peter, sé que es difícil empezar desde cero en un nuevo país y que también pienses que dejas desprotegida Nueva York pero no es así, ellos tienen a los vengadores y apuesto a que si algo muy grave pasa estarás ahí para proteger a quien lo necesite —Tía May le comentó en un intento de darle ánimos—. Te prometo, es más, te juro que en un futuro no querrás irte de esa ciudad.

—Creo que tienes razón May —Peter le respondió algo más animado.

Una sonrisa de llena de determinación se formó en su rostro.

—Vamos hacia un nuevo comienzo —Peter pensó algo más ansioso por lo que le deparaba el futuro.

Una semana pasó desde que la familia Salazar había llegado a París. Tanto Sarah como su suegra Annette estaban disfrutando su estancia en la ciudad y Pablo estaba sorprendido con la cierta familiaridad con la que su abuela se movía por la ciudad pues casi nunca le había tocado ir con ella a esa ciudad.

—Oye abuela, ¿cómo es que te mueves con tanta familiaridad por la ciudad? —Pablo preguntó cuándo su curiosidad le superó completamente.

Annette lo miró, le acarició el pelo suavemente y le sonrió.

—Aquí fue donde nací y crecí, pequeño... también fue en donde conocí a tu abuelo.

—Abuela, sé que nunca te lo pregunté ¿pero cómo conociste a mi abuelo? —Pablo le preguntó con curiosidad.

El muchacho y las dos mujeres se acercaron a una banca y se sentaron. Sarah también tenía curiosidad pues esa era la oportunidad única de escuchar la historia que inspiró a su libro favorito, tomando en cuenta que sería contada por parte de la mismísima autora, así que también se puso a escuchar.

—Fue hace 74 años en la Segunda Guerra Mundial y los alemanes habían ocupado Francia desde hace tres años atrás. Era horrible ver las ejecuciones en las calles o ver como se llevaban a la gente para no volverla a ver jamás. Además temer si nos iban a bombardear —Annette cerró los ojos como si recordara esos hechos de forma vivida—. Yo ya me había hartado de esa situación y por eso decidí unirme a la Resistencia, y fue por eso puse a mi hermana pequeña a buen recaudo dando que tenía unos cuantos meses de nacida pues a parte de ella no tenía a nadie, dado a que los Nazis habían asesinado a mis padres por supuestos cargos de ayudar a los enemigos del régimen.

Miraculous: La Increíble Historia de Ladybug y SpidermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora