Tapar el sol con un dedo.
Primera clase con proyector, el terror de todo profesor. Siempre tienden a fallar en el primer intento o cuando por fin funcionan, algo privado en la pantalla sale a la luz.
Mientras Levi a regañadientes trataba de arreglar el proyector asignado, Mikasa miraba de manera tranquila ambas manos masculinas. Son atractivas, pero no hay anillo.
Siente molestia, ¿Por qué al estar casado con una mujer tan bella, no porta su anillo con orgullo?
Aun perdida en sus manos, comenzó a recorrer la mirada por su brazo derecho, su hombro hasta su cuello. Suspira y recuerda lo casi perfecto que es.
Se muerde los labios y baja la mirada. Acaba de confirmar que tiene una ligera atracción hacia él, pero es un deseo imposible. Un escalofrío le recorre la espalda, esto es incorrecto. No quiere comenzar algo que sabe que al final será una memoria llena de impotencia.
Es solo un hombre guapo ante sus ojos, se encontrará más en su vida.
Con un nuevo vistazo hacia él, obtiene un cruce de miradas. Ella retira la vista y se maldice por ser tan curiosa.
–Bien, empecemos– por fin habló Levi, asunto arreglado.
Poco a poco la imagen de su pantalla de computadora fue apareciendo. Él le brindó la espalda a la proyección para confirmar que tan bien funcionaba el proyector y en cuanto un fondo de pantalla se plasmó de su amplio pecho para arriba, todo el salón comenzó a burlarse.
Mikasa admiró con detenimiento la imagen proyectada. Era Petral Ral mirando hacia el horizonte con un atardecer de fondo.
–Es muy linda su novia, profesor– comentó un compañero.
Levi se mostró sorprendido, dio media vuelta y al contemplar su fondo de pantalla, no tardó de mostrarse molesto.
–Diablos– se quejó e inmediatamente tomó uno de sus libros y tapó el proyector.
Soltó un quejido y miró al grupo de alumnos burlescos.
–Es mi esposa– corrigió incómodo.
Mikasa se mostró desinteresada, pero al final mostró una sonrisa forzada mientras se repetía mentalmente la dichosa regla de oro.
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La regla de oro
FanfictionToda mujer tiene derecho a enamorarse libremente, pero los hombres casados están prohibidos. Enamorarse o engatusar a uno de ellos es traición hacia la sociedad femenina, o eso es lo que declara la regla de oro que inculcaron a Mikasa desde pequeña...