Capítulo 18. Astaroth. Parte 1

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Diego se tira hacia un lado para evitar la mordida fatal de aquel perro de más de 4 metros, lo más rápido que puede, se incorpora y se echa a correr.

Se perdía fácil en la oscuridad contrario al perro que hacia gran ruido con su respiración agitada y sus brillantes ojos verdes que destellaban en la oscuridad.

Se ocultó detrás de un gran árbol y hecho la última mirada al perro que le buscaba en la oscuridad. Puso sus manos en el piso para tratar de encontrar una vara más o menos larga que le ayudara a combatir contra el gran animal. Tuvo suerte, pues encontró una rama larga y bastante fuerte a la cual le amarro en un extremo la vizcaína con un cinto; el cual soltó de su armadura. La espada de su padre, ni la miro, estaba seguro de que eso no heriría al perro. Tenía un gran valor sentimental para él pero en realidad era una simple espada a diferencia de la vizcaína que tenía el poder de herir a los demonios.

El sonido de lo afilado cortando el aire paso rápido, los espíritus protectores estuvieron a nada de no lograr su propósito, la hoz de la muerte cortaba aun a los espíritus y si Diego no se movía pronto la hoz le alcanzaría.

Apunto de echar a correr otra vez, los enormes dientes del perro arrancaron el gran árbol del que Diego se escondía. Se aferró a él y la lanza que había fabricado se le cayó al piso. El perro lanzo con furia el árbol sin darse cuenta de que Diego estaba en él.

La caída fue dolorosa, intento levantarse pero el dolor fue intenso, se volteó y se recostó con la vista al cielo oscuro, le pareció que el cielo se estaba acercando.

En la oscuridad los ojos del perro se hicieron visibles otra vez, aun a cien metros a través de la oscuridad y los árboles, se quedó quieto un momento y Diego se puso de rodillas despacio. Empuño su espada, era todo lo que tenía, y entonces el perro fijo su mirada en Diego.

Diego.

Muy bien ya me encontró. —Pensó —no tiene sentido que corra más, terminare cansándome. —El perro arremete contra Diego —veamos si puedo herirte.

Abrió la boca como si fuera a tragarse a Diego de un solo bocado, teniendo la embocada frente a él, blandió su espada con todas sus fuerzas. La espada da un fuerte golpe en el colmillo del animal, tan fuerte que lo tira hacia un lado como si le hubieran dado una cachetada. El colmillo del animal salió ileso pero la espada de Diego ahora era dos pedazos.

Diego con el mango aun en las manos y los ojos abiertos como platos observo la espada partida en dos, el recuerdo más fuerte y significativo que tenia de su padre. Hubiera llorado, seguramente, pero no tuvo el tiempo de hacerlo. El líquido rojo que salía de la espada le intrigo, hasta ahora no sabía que tenía ese líquido por dentro. No era sangre, pero lo parecía. Podría haber sido del perro pero se notaba que no, pues la forma en que caía hacía que fuera evidente que estaba brotando de dentro de la espada rota.

Sin darse cuenta y en muy poco tiempo ya había un charco de aquel liquido regado en el suelo y Diego estaba en el centro.

El perro se incorporó y sacudiendo la cabeza se repuso del golpe, estaba furioso. Ladro a Diego que apenas reacciona al gran ruido que resultaba el ladrido del Perro del infierno. Diego suelta la espada e intenta correr nuevamente lo que le resulta imposible. El líquido en el que sus pies estaban sumergidos no le permitía moverlos. En una gran embestida Diego llego a ver los dientes del perro a centímetros de su rostro.

Del charco debajo de Diego se levanta un ataúd, justo frente al perro asestándole otro golpe fuerte en la nariz, aquel que sí consiguió sangre del perro. Luego salió otro a su espalda, a su diestra y a su siniestra. Cuatro en total, rodeándole. Se inclinaron hacia atrás juntados en lo alto y dejando a Diego enserado en el centro.

Finisterra -Mago de OzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora