Trece

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—Poché, por favor contesta

—Necesito hablar contigo

—¿Por qué no contestas mis llamadas? 

Habían pasado ya dos días desde aquella noche y Daniela no dejaba de mandarle mensajes, pero como siempre no obtenía respuesta alguna por parte de la pelinegra, comenzaba a fastidiarse pues realmente quería saber como estaba, sabía que lo ocurrido con Jeremy le había afectado bastante, pero no sabía cuanto.

Decidida a ya no insistir más tiró su teléfono sobre la cama, púes sabía que no obtendría respuesta algúna, pero aún así quería creer que si. Aquella mañana estaba siendo no tan mala pues no estaba lloviendo lo cual era bastante agradable, Daniela se dedicó a mirar por la ventana recordando lo sucedido con la ojiverde, debía admitir que no tenía ni más mínima idea de porque la chica se había ido, y realmente se moría por saberlo, mientras pensaba decidió en salir a refrescar un poco su mente.

Caminaba diambulante por las calles de la hermosa ciudad de Bogotá, pateaba cada roca que encontraba fijando su mirada en el recorrido que hacía hasta que por fin chocaban con algo obligándola a detener su recorrido, encontró una banca cerca del parque en la cual se sentó, veía las hojas de los árboles bailar al ritmo de un tranquilo y relajante vaivén, el viento soplaba sobre su cara provocando un ligero escalofrío en esta, en esos momentos solo se dedico a cerrar los ojos tratando de concentrarse en los sonidos provenientes de su alrededor; los pájaros pronto comenzarían su formación grupal para salir por comida, los arboles se movían de un lado a otro provocando una ligera brisa y las aves bajaban hacia el lago para tomar.

Esto era lo que necesitaba pero como todos sus intentos de mantener su mente relajada, falló, pues siempre terminaba por recordar lo sucedido haciéndola soltar un par de lágrimas de tristeza, ahora su mirada estaba baja, clavada en el pasto como si esto fuese la mejor pieza de arte que podía existir en esos momentos, no quería estar triste pero algo se lo impedía y no era solo el echo de recordar al pequeño Jeremy, sino que también moría por averiguar lo que la pelinegra estaría haciendo.

Recordó la primera vez que sus labios habían chocado con los de María Jose, ese momento fue inolvidable, sin darse cuenta estaba sonriendo como una loca enamorada, cada una de las palabras que la pelinegra le había dicho se repetían una y otra vez en su mente, le había confesado que estaba enamorada de ella, ¿Cómo podía alguien que ni siquiera es de su familia ponerla tan triste? La única vez que había llorado por alguien fue cuando sus padres murieron al igual que Jeremy, estaba triste porque quería ir en esos momentos a donde estuviese la ojiverde y decirle que ella también la amaba.

Porque sí lo hacía. Realmente lo hacía.

Y ese fue su único error.

(...)

—María José, estas comportándote como una niña

—Tu actitud esta siendo muy tonta y cobarde 

Ya habían pasado tres semanas desde que María Jose se había ido, tres semanas en las cuales Daniela no la había visto en el hospital, tres semanas en las que no podía dormir bien, tres semanas en las cuales tomaba turnos extra para quedarse hasta tarde en el hospital con la esperanza de que la pelinegra llegara, pero jamás lo hizo.

Con cada día más los mensajes eran más agresivos, al inició eran de tristeza y preocupación pero poco a poco se habían vuelto de enojo, ahora Daniela estaba saliendo de sus practicas para ir a su departamento y poder hacer sus tareas para distraer un poco su mente, antes de poder cruzar la puerta un par de brazos la detuvieron.

—¡Calle! te extrañe amiga, los días en casa de mis tíos no fueron muy buenos que digamos, descubrí que los niños también pueden tragar pelo, ¡Ugh! juró que si me hubiese quedado un día más ahí me abrían comido a mi —contó Paula haciendo gestos de desagrado que hicieron a la castaña rodar los ojos

POMPEIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora