Veintinueve

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Intentó llamarla, escribirle e incluso ir a su apartamento, quería luchar por ella, pero María José se negaba a dejarla entrar otra vez en su ya corrompida vida.

¿Estaba enojada?, probablemente, o tal vez todavía no. Sabía que todas las mentiras eran malas, aún más las de María José, pero no podía odiarla ni estar enojada con ella por haber echo lo que creyó correcto. Era simple, ella no la odiaba.

Jamás podría hacerlo.

Al pasar unos cuantos meses, Daniela dejó de contar después del primero, se dio cuenta de que ya no tendría más a María José en su vida así que debía aprender a vivir con su ausencia, así es como ella lo quería. No sería fácil cumplir aquella complicada tarea, pero debía de hacerlo, tenía que.

Aun así, todos los días se preguntaba si ella regresaría, si aun la amaba, si la recordaba

Y, mucho más importante, si estaría viva.

(...)

Daniela no estaba esperando ver a Juan Pablo en el hospital, ya que el lugar seguía cerrado, los documentos que ordenar seguían dándoles trabajo a los enfermeros, pero lo recibió con un gran abrazo cuando lo vio sentado frente al mostrador.

El chico de cabello teñido tenía un brillo especial en sus ojos y una gran sonrisa decoraba su rostro

Una verdadera sonrisa

Y, Daniela juraba jamás haberlo visto tan feliz.

—parece que Cristóbal te hace realmente muy feliz —opinó con una cálida sonrisa

—Sí. Lo soy —aceptó con una enorme sonrisa, Daniela estaba feliz por él, realmente lo estaba. —... Sin embargo, a ti no parece caerte bien la soledad.

Su sonrisa se desvaneció, trató de ocultarlo pero no lo logró. En su rostro siempre había una cálida sonrisa, pero sus ojos eran como dos vacíos: llenos de obscuridad y dolor.

—Supongo que te preparas para el reencuentro —comentó el chico

—¿Reencuentro?

—Sí, eso mismo —su amigo calló por unos momentos pensando en algo —Algún día podrías encontrarla. Ya sabes, esta ciudad no es muy grande y el mundo es verdaderamente pequeño. —fue lo último que dijo su amigo antes de levantarse y salir lentamente por la puerta principal.

Daniela estaba un poco confundida, ¿Qué sabía él que ella no?.

(...)

Después de una larga jornada de trabajo, Daniela sólo caminó a casa como solía hacerlo todos los días desde hacia ya mas de dos meses. No se había preguntado más que es lo que Juan Pablo sabía, prefirió simplemente ignorarlo, no quería pensar más en María José

O al menos eso decía ella.

Se quedaría encerrada en su apartamento viendo por la ventana mientras se preguntaba miles de cosas a la vez, era algo que solía hacer todos los días, jamás salía, ni siquiera le abría la puerta a sus amigos... Ni a su hermana. No veía la luz del sol hasta el siguiente día cuando debía ir a trabajar.

Durante los primeros días sus amigos e incluso su hermana habían intentado visitarla, pero no le habría la puerta a ninguno, apenas y la habían visto un par de veces. Después del primer mes dejaron de ir ya que se dieron cuenta de que ella siempre aparecía a la hora de trabajo, y se veía bastante bien

POMPEIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora