→ Diecinueve

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Aquella noche fue especialmente tranquila, después de la pelea de Chess con Lacus, y del regaño de Horn, los dos infantes de la casa se fueron a su habitación para poder dormir; no obstante, Yuu no era capaz de cerrar los ojos, pues el tema de la discusión seguía rondando en su mente.

—Mika, ¿estás despierto? —susurró el moreno.

—Hm... —murmuró el somnoliento rubio.

—Mika, despierta —pidió meneándolo suavemente.

—Dime, dime —renegó sentándose al tiempo que se fregaba los ojos.

—Tú... —titubeó; el ojizafiro lo miró un poco más atento al notar su actitud nerviosa—. ¿R-Realmente no te sientes mal de que tu familia pelee... por mi culpa...?

El mayor procesó unos segundos lo que su adorada mascota le había dicho, luego suspiró y finalmente jaló las mejillas ajenas con sus manos, chocando ambas frentes sin cuidado, haciendo que el moreno se quejara.

—Yuu-chan, no es tu culpa que ellos piensen de la forma en que lo hacen —aseguró el rubio mirándolo directamente a los ojos, con profundidad y severidad—. No prestes atención a cosas que no importan.

—P-Pero tu familia...

—Tú también eres parte de mi familia —le interrumpió—. Y yo soy responsable de cuidarte, por eso no voy a dejar que sus palabras te lastimen.

Yuu se sonrojó ante las amables y gentiles frases de su dueño, y casi se desmaya cuando sintió el dulce beso en su frente; y sobra decir que sintió que su corazón se iba a salir de su pecho por la rapidez con que latía cuando el más alto se volvió a recostar, esta vez jalándolo y apretándolo contra su pecho en un abrazo.

[...]

—¿Cómo dice? —inquirió una preocupada Marie al teléfono—. Pero, señor, esto es para la familia Geagles y... —trató de justificar—. ¿Qué? Espere, no cuel... gue... —suspiró, pues antes de acabar de hablar, la otra línea fue cortada.

—¿Con quién hablabas, nana? —preguntó Horn bajando las escaleras y sacando jugo de la heladera mientras veía la postura preocupada de la mujer.

—Era del grupo de maestros que le enseñan a Mikaela —informó mordiéndose suavemente la uña—. Al parecer, el profesor dijo que en esta casa había un híbrido que se creía más de lo que era y que Mikaela era un estudiante altanero por defenderlo.

—¿Y?

—Dijeron que si ese maestro, que era uno de los mejores en el grupo, se había quejado de esa manera, era porque el asunto era serio —bufó la mayor dejando el teléfono en el buró y mirando a la rubia—. Dijeron que cancelarían el contrato y que informarían a otros grupos formativos sobre lo que sucedió para que no se metan en esta casa.

Horn suspiró, ella ya suponía que algo así iba a suceder, y para ella, mejor era ahora, puesto que así el pequeño rubio no tendría que atravesar lo que sus otros hermanos tuvieron; es decir, desde el inicio de la familia Geagles, todos recibieron su educación básica en la casa, luego, al cumplir entre los quince y dieciséis años, se les obligaba a asistir a una preparatoria fuera de su hogar, de manera que cuando tuvieron que socializar, fue un desastre.

Entonces, y según el punto de vista de la hermana mayor de la familia, que Mika tuviera que aprender a socializar desde ya, significaba que no tendría grandes problemas cuando fuera mayor, lo que era maravilloso; pues todos ellos, sin excepción, sufrieron mucho por eso, y que su adorado hermanito pudiera saltarse eso, la alegraba mucho.

—Nana, no lo pienses mucho —le aconsejó la Geagles al ver a la mujer tan preocupada—. Si quieres vamos a inscribirlo hoy en una escuela, puedo acompañarte y buscaremos juntas.

—Pero Krul-sama y Urd-sama...

—Yo hablaré con ellos —sentenció la rubia tranquilamente—. No creo que debas preocuparte tanto, nana, es mejor para Mikaela, así que estará bien.

—¿Qué hay sobre Yuu? —preguntó Marie insegura.

El pequeño híbrido sufría bastante tan solo de no poder ver a su dueño cuando este tenía clases y pese a estar en la misma casa, ¿cómo sería entonces que estuvieran en dos lugares distintos y sin forma de hablar hasta cierta hora? No quería ni pensarlo.

—No sé, creo que podemos buscarle una escuela para híbridos —mencionó la menor—. Aunque no sé si mis padres estén de acuerdo con pagar su educación.

—Horn, cariño, si no lo están, Mikaela no va a querer estudiar lejos de casa —suspiró—. Él adora a Yuu y lo que menos quiere es verlo sufriendo porque no está.

—Creo que podemos revisar si hay posibilidad de que estudien juntos.

[...]

—Yuu-chan, despierta —llamó suavemente Mika, moviendo al azabache demasiado despacio, como si temira despertarle—. Yuu-chan, arriba.

—Hm... —se quejó el aludido, estirándose sin cuidado y rodeando con sus manitas el cuello ajeno.

El rubio se sorprendió un poco, sin embargo, rió levemente, acariciando los cabellos negruzcos del más bajo; ante los toques, Yuu empezó a abrir los ojos, y pese a que era temprano y apenas se despertaba, se puso rojo como un tomatito.

Le avergonzó en sobremanera que su dueño estuviera tan cerca, casi podía sentir su aliento mañanero golpeando en su nariz y sus ojos fijos en su rostro le ponían un poco nervioso.

—Buenos días, Yuu-chan —le saludó el de tez pálida una vez que apreció las esmeraldas contrarias.

—B-Buenos días, Mika —murmuró avergonzado.

—¿Tienes hambre? Vamos a desayunar —le invitó tranquilamente; el moreno asintió—. Entonces, ¿me dejas pararme?

El menor no entendió la pregunta ni tampoco porqué el más alto se reía; lo vino a entender cuando notó sus manos en el cuello contrario, por lo que, avergonzado y lleno de pudor, las quitó rápido.

El sentimiento que tenía el en pecho se sentía mucho más cálido que antes.

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Ay sowy por tardar tanto, me he estado planteando ideas para este fanfic y tengo muy pocas, lloro ;-;

Trataré de no tardar tanto again n.n

Espero les haya gustado

Bye!

Mi pequeño híbrido [MikaYuu] |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora