Capítulo 11: Desastre mayor

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—¡Que nadie mire hacía atrás!—grito sintiendo que mis pulmones me exigen con urgencia que le dé descanso. Los ignoro y continúo corriendo como si mi vida dependiera de elli, bueno, literalmente mi vida justo ahora está dependiendo de que corra más rápido que algún atleta. Pero estos hombres robustos que nos siguen no se ven nada amigables como para querer entablar una conversación sin disparos y sin matarnos en algún punto de nuestra charla civilizada, así que nuestra única opción es correr. Porque nuestras jodidas vidas dependen de eso ahora.

—¡Que no escapen!—escucho al jefe gritar y los otros que lo acompañan gritan como si fuese algún ladrido que más bien lo veo como: Cuando los alcance será su final. Bueno, es mejor no pensar en mi muerte ahora.

Inuyasha sujeta mi mano y me hace señas de que hay que enfrentarlos, lo miro horrorizada. No puedo pensar en una pelea ahora. Sigo corriendo y salto un contenedor de basura que alguien dejó caer, hasta parezco bailarina de ballet.

—No creo que aguante mucho a este ritmo Kag—miro furiosa a Sango quien es sujetada por Miroku para que no detenga el paso, ellos son 10 personas como nosotros somos 10 personas. ¿El problema? Bueno, ellos son diez personas robustas, llenas de musculos y que apuesto saben pelear muy bien. En cambio nosotros tenemos a cuatro chicos que tal vez sepan defendernos, ah, e Inuyasha. Luego tenemos a Rin quien no sé que hará cuando solo trata de evitar el contacto con Sesshomaru. Kikyo, bueno, ella al menos puede que pelee con unos de sus tacones. Quiero saber que tipo de pacto satánico Kikyo hizo para correr en unos malditos tacones y seguirnos el ritmo y que ellos no se rompan, eso tiene que ser algo sobrenatural, no hay poder humano que pueda con algo así. Ayame bueno, ella está muy entretenida en contar el dinero que lleva en la mano mientras corre. Y yo, creo que podría detenerme, pero por llevar unas copitas encima me siento algo tonta.

Aunque, nada de esto estuviese pasando si Sango y Ayame me hubiesen hecho caso en el momento en que les advertí que dejarán la jugada, pero como ellas no pueden ir a un casino como las personas normales todo terminó siendo un desastre. Bien, estar de luna de miel con Inuyasha apestaba, estar con este zoológico de monos y monas está peor, solo han causado problemas desde el momento en que pusieron un pie en las vegas. Que bonita familia tengo, quiero que todos de vayan al infierno.

—¡La perra castaña es mía, nadie se meta cuando la atrape!—escucho el grito de uno de ellos y Sango sigue cib la vista al frente y sin detener el maratón que tenemos.

—¡Perra porque no quise nada contigo, poco hombre!—tengo ganas de aplaudirle y veo a Miroku mirarla con sorpresa.

—Tengo gas pimienta ¿Ayuda eso en algo?—pregunta Ayame y no se porque todos ellos son atléticos y corren tanto, si no fuese porque Inuyasha me arrastra a correr ya hubiese desistido desde hace tiempo.

—Por esta causa, sacrificaré mis tacones—anuncia Kikyo.

—Kagome de nada nos va a servir seguir corriendo sin un punto fijo—Inuyasha me mira y yo muerdo mis labios. ¿Desde cuándo todos me han hecho la capitana de esta huida fugaz?

—Bien, los vamos a enfrentar—anunció y detengo mi paso. Todos copian mi acción, los grandulones también lo hacen y me miran con los dientes afuera, ellos tienen más raza de perro callejero que Inuyasha—escuchen, estamos en son de paz así que—el jefe de ellos da un paso adelante y me mira. Las cicatrices en su cara o podrían parecer aterradoras para cualquier otra persona, pero ahora me aterra más que la policía nos encuentre, estamos siendo prófugos de la justicia. ¡Yo pensaba serle infiel al bastardo de Inuyasha en la luna de miel! Al parecer todos pensaron que lo haría y vinieron a evitarlo, pero de una manera no muy convencional, todos ellos están de atar, pero atar urgentemente.

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