Capítulo 27: Sentimientos pisoteados

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Cuando Yura y Kagura se van subo a la habitación y cambio mi ropa por algo más formal, hoy iré a la empresa ya que posiblemente la semana que viene me incorpore. Arreglo mi cabello en una cola alta decente y me maquillo un poco. Giro y veo a Inuyasha en el umbral de la puerta con pose de modelo.

—¿Pasa algo amorcito?—pregunto en tono suave con una sonrisa.

—Solo miro a mi querida esposa vestirse, ¿vas a la empresa?—asiento sentándome en la cama para montarme en las trampas mortales que Kikyo ama—Kag—me llama y lo miro—¿es cierto lo que dijo Yura?—suspiro y masajeo mi cuello.

—¿Qué tal si dejamos esa conversación para cuando regrese?—pregunto sin animos de dar explicaciones.

—Entonces esperame, también tengo que ir—miro el reloj.

—En media hora me voy—salgo y bajo las escaleras para comer algo. Me encuentro con Eri quien me regala una dulce sonrisa la cual le devuelvo. Ella sirve mi desayuno en la cocina  en silencio. Comienzo a comer y mi esposo de mierda entra, besa mi mejilla y se sienta a mi lado. Eri se sonroja y le sirve el desayuno.

—De verdad necesito saber lo que significa—dice de repente y ruedo los ojos, es tan molesto.

—Te dije que en la noche te explico—él me mira y me roba un beso, no puedo mandarlo a la mierda porque tenemos compañía, asi que chupo su labio inferior y me alejo. Él sonríe y me guiña un ojo.

—Estás hermosa hoy—termino el desayuno y no puedo evitar sonreir.

—No tengo ganas de conducir, ¿lo haces por mi?—él no duda en aceptar.

Bajo la atenta mirada de Eri terminamos de desayunar, tendré que hablar con esa chica sobre ser discreta. Inuyasha no hace ningún comentario raro en todo el camino, pero si me regala muchas sonrisas, hace mucho que no lo veía tan animado.

Al entrar a la empresa veo a varias personas mumurar sobre nosotros. Inuyasha toma mi mano y planta un beso, le regalo una sonrisa porque me sale y porque se la ha ganado. Tomados de las manos subimos hasta el piso que nos corresponde y al abrir suelto mi mano de Inuyasha.

—¿Pasa algo?—pregunta él mirándome.

—Nada toreto, tranquilo—sus ojos dorados buscan en los míos.

—Eres hermosa—mis mejillas se calientam un poco.

—Hoy estás muy extraño—lo veo encogerse de hombros.

Unos brazos fuertes me envuelven desde atrás. El aroma tan familiar inunda mis fosas nasales. Sus brazos atrapan mi cuerpo y es imposible moverme. Trato de girar para ver si mi mente me pasa una mala jugada, pero los brazos fuertes me lo impiden. Trago en seco al sentir los labios de esa persona en mi cuello plantando un beso. Mis ojos van hacia Inuyasha que parece tan desconcertado como yo y veo a varios empleados mirarnos con sorpresa.

—Te extrañé Kagome—su voz sensual es lenta. Suspiro antes de recomponerme.

—Bankotsu—susurro con sorpresa.

—Creo que deberías soltar a mi esposa, no me gusta la cercanía que estas teniendo con ella en este momento. Me incómodas mucho—siento los brazos de Bamkotsu aflojarse y doy unos pasos para alejarme y girarme a verlo.

Bankotsu tiene la misma sonrisa que recordaba en sus labios. Ahora tiene la piel más bronceada, pero los mismos ojos que al verme mostraban calidez. Su mirada no repara en Inuyasha ni un solo minuto, sus ojos se mantienen recorriendo mi cuerpo con un descaro tan usual en él.

—Oh, lo siento, no fue mi intención incomodarte, pero tampoco sabía que mi bella Kagome estaba casada—su disculpa es tan falsa como la molestia que supuestamente Inuyasha tiene hacia lo de hace un momento.

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