El sótano de los Virtanen era un depósito de polvo y memorias, de memorias envueltas en polvo, de recuerdos inmersos en olvido. Las cajas con fotografías se apilaban contra una pared, junto a los regalos que no habían encontrado una oportunidad y más allá de las piezas de vajilla incompletas. Todo lo que no se había tirado porque podía repararse, pero que no se había reparado porque no había tiempo para hacerlo, estaba allí también, junto a la puerta. Los elementos de decoración que Leena rotaba cada vez que le daba un nuevo estilo a su cuarto permanecían en una esquina, a la espera de una ocasión ser usados una vez más y abandonados en el desuso después. Tanja esperaba encontrar alguna caja con su nombre que pudiera llevar a su habitación y, en el mejor de los casos, alguna con objetos personales de su padre, los que pudiera rescatar de la limpieza de su hermano.
Encendió la luz, sin atreverse a avanzar. El poder de aquel cuarto residía en la acumulación de momentos que ella no se atrevía a enumerar, ni siquiera estaba segura de conocerlos a todos; algunos se habían forjado antes de que ella naciera. El peso de los años reunidos en una sola habitación fría y empolvada le gritaba que no era su deber inmiscuirse en aquel sitio, que debía alejarse y regresar a la seguridad que garantizaba el exterior. Pero Tanja sabía que no podía marcharse, no después de haberle escrito a Mikko para pedirle que retomara su limpieza cuando ella decidiera qué objetos conservar y cuáles descartar.
Dio un paso al frente. La idea de estar inmiscuyéndose en un cuarto con semejante autoridad le dio escalofríos. Avanzó un paso más. Sentía frío en el cuello, como si alguien la acompañara y respirara sobre su piel a un ritmo lento, controlado. Tres pasos. Su pie izquierdo chocó con una caja. Se detuvo y contuvo el aire.
Notaba que algo estaba mal. No podía asegurar si se debía a la cadena de hechos que la había llevado hasta ahí, si todo había comenzado con la decisión de su madre, meses atrás, de asumir que Jaakko se había marchado de manera voluntaria y sin mirar atrás o si había sido antes, mucho antes, cuando su padre las llevó a ella y a Leena a cenar a Passio, el restaurante en el que celebraban las buenas noticias, dos días antes de desaparecer. No podía asegurar cómo había comenzado y temía imaginar cómo acabaría.
Distinguió las iniciales de su padre escritas a un costado en la caja que acababa de rozar. Como si hubiera sido el detonante necesario para romper el hechizo que la hacía estremecerse, se agachó con prisas y la abrió. Casi no le alcanzaba el espacio para apartar en el suelo todo lo que iba rescatando. Había dado con diminutas cajas que contenían relojes incompletos, piezas de metal, tornillos diminutos, alambres redondeados, cadenas para colgantes. Desconocía la utilidad que podía darle a los materiales que había hallado y estaba dispuesta a rendirse antes de acabar con la primera caja cuando lo vio. Al fondo, bajo un pliegue de envoltorios desarmados, había un relicario. Era, quizás, la única pieza que servía por sí misma de las que había visto hasta el momento, y parecía un recuerdo que podía conservar. Limpió la superficie con la yema del pulgar y distinguió un relieve que la luz tenue que alumbraba la habitación no le permitía diferenciar con claridad. El grabado fino y delicado parecía palpitar entre sus dedos y Tanja comprendió que era el momento de continuar con su día, de escapar del encantamiento que esa guarida de recuerdos producía en ella.
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Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)
FantasyMientras oculta la maldición que consume su fuego, Senna descubre que sus amigas peligran a causa de su mundo y ella es la única que puede protegerlas. ...