25. Los hilos cristalinos de una ilusión | Parte 1

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Una línea de dolor le atravesaba la cabeza y estaba segura de que no era a causa del whisky

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Una línea de dolor le atravesaba la cabeza y estaba segura de que no era a causa del whisky. Sentía los ojos cansados, secos, los había visto enrojecidos en la cámara frontal de su móvil.

—Deberías conseguir unas gotas mañana —sugirió Tanja—. ¿Es un síntoma que conozcas, Senna? —Buscó su mirada en el retrovisor.

—No hay una única causa para una resequedad ocular, pero lo atribuyo a que algo está cambiando en su cuerpo. Puedes estar tranquila; si fuera un cambio incompatible con tu sistema, ya te habría matado.

Lo sentía un alivio, sí. Saber que podía manejar lo que le ocurría hacía que Emma dejara brotar las gotas de optimismo que llevaba reprimiendo desde el comienzo. Se recostó sobre el asiento mientras Tanja conducía y cerró los ojos, cansada.

No podía negar que el alcohol la desinhibía y que necesitaba de esa confianza para hablar de la pérdida del libro. Aun así, también reconocía que desde el episodio con la niña no era capaz de hablar en forma seria de su madre con nadie más, ni siquiera con Ismo. Las metáforas que la pequeña había usado para el suicidio y la depresión habían surtido efecto en ella. Habían conseguido su silencio.

Sus pensamientos se componían de líneas y más líneas que formaban entramados complejos. Si perseguía un hilo, imaginaba a Kilian apretando el hombro de Senna con firmeza, y luego ese mismo hilo se cruzaba con otro donde podía ver un cuarto vacío, uno que ella conocía, pero en su mente era incapaz de identificar. Veía alas cerniéndose sobre una mujer gritando. ¿Su madre? ¿Sara? Distinguía su cabello rubio y nada más. El hilo se cruzaba con el de Senna y se anudaba con un grito del que brotaban lenguas de fuego. Mientras más recorría el entramado, más historias imaginaba. Más juicios propios hallaba. Más realidades sentía.

Senna arrodillada sobre el puente en el que la niña y ella se habían conocido, mirando el punto que la niña miraba.

Tanja con sangre en las manos y un vidrio roto incrustado en la piel.

Kilian de rodillas.

Senna de rodillas.

Tanja respirando asustada en la oscuridad.

Y ella, Emma, lejos de todos. Solo mirando en lo profundo de sus miedos y enfrentándose a la idea de que podían no salir enteras de aquella incertidumbre.

—¿Y qué si lo hicieras? —La voz de Tanja la distrajo—. Jouko no te reclamaría. Él no es así. Ni siquiera tiene que enterarse.

—Lo haría tarde o temprano, pero eso no quita que Kilian me cause repulsión.

—¿No serán celos? Quiero decir, es alguien que estuvo antes que tú en la vida de Jouko. Estás acostumbrada a ser lo más importante para él. No es que vayas a dejar de serlo por un amigo de la infancia, pero no niegues que ahí hay algo de lo que estás excluida y te molesta.

Tanja estaba equivocada. Emma lo sabía incluso aunque no fuera capaz de expresar el porqué. Veía el rostro de Senna y no veía celos, no se le ocurría la más mínima posibilidad de que Senna deseara el lugar de Kilian en la vida de su hermano. Lo veía tan claro como el agua.

—No tengo miedo de perder a Jouko —musitó Senna, confirmando su teoría—. Lo que sea que exista en Kilian que me pone en alerta no tiene nada que ver con mi hermano. Es él, solo él, no su contexto. No necesita de un contexto para desagradarme.

—Llámame loca —continuó Tanja—, pero estar hablando de esto hace que me surjan preguntas sobre tus ciclos. ¿Cómo funciona tu cuerpo de alkyren?

Oyó a Senna suspirar desde el asiento trasero.

—Las mujeres alkyren tenemos solo dos periodos fértiles al año, a veces solo uno. Por la baja actividad de mi akmieele, yo estaba en el grupo de las que solo tienen uno. Puede variar por condiciones patológicas, como lo hace la menstruación humana. La fertilidad está mediada por el kirkar, que coordina una barrera envolvente alrededor del primer embrión y lo protege de los pulsos del akmieele materno. Si este primer embrión alcanza a desarrollarse y nacer, el kirkar pierde la facultad de generar esta barrera y solo coordina los ciclos de fertilidad. Cuando detecta un segundo embrión, si es que ocurre, dirige el flujo humoral para mantenerlo con vida, pero es incapaz de separar al embrión del akmieele materno. De ahí surge que el padre pueda ser algam del primer hijo y que la madre deba serlo del segundo, porque ya hay un vínculo formado.

—¿Qué pasó con Sara entonces? ¿Cómo lo consiguió? —quiso saber Tanja.

«Con dolor —pensó Emma—. Con toneladas de dolor».

—Cuando tuve edad para comprender cómo ocurría todo, mi madre ya había olvidado nuestra naturaleza. Nunca pude preguntarle. Lo que supe por mi padre es que, gracias a que él obtuvo el mayor reconocimiento por parte de nuestros dragones, los giakyren intervinieron de alguna manera. Jouko no tuvo la barrera del kirkar, pero tampoco la necesitaba. Yo sí necesitaba una conexión al alité de ella y no la tuve porque no existía alité al cual anclarme. Esa es la razón congénita de mi debilidad.

—¿Qué ocurrirá ahora? ¿Cómo puedes saber si ya no...? ¿Cómo puedes estar segura?

—Los nihateiéh son estériles —respondió—. Es el nombre genérico para individuos híbridos. Si alguien quisiera definir mi condición en particular, diría kyrenenáteiéh.

Emma no había participado en la conversación. Se mantenía atenta, con su atención pendiente de cada palabra para dejar de imaginar situaciones hipotéticas en las que no veía el menor sentido. Pretendía continuar así, sin decir ni media frase, hasta que una pregunta surgió en su mente. El impulso de pronunciarla en voz alta fue más fuerte que ella.

—¿Sientes la pérdida? Quiero decir... Nunca te imaginaste siendo madre, pero al menos sabías que podía ocurrir algún día. ¿No sientes que te quitaron la posibilidad de elegir, aunque es posible que hubieras elegido no tener hijos nunca?

Ahora que el silencio las envolvía podían notar que no habían encendido el reproductor de música. Solo se oían el sonido suave y constante del motor y las gotas de lluvia que golpeaban contra el techo de metal.

—No —contestó Senna tajante al cabo de unos segundos—. Nunca deseé nada, por lo que no perdí nada. Y dado que ahora sería imposible revertir el proceso, tampoco quiero imaginar si quería tener la posibilidad.

No hablaron durante el resto del trayecto. A medida que se acercaban a Lohja, notaban cómo la anticipación ocupaba sus mentes.

Emma cerró los ojos una vez más y pensó en su madre.

Vio a Ester con un camino de lágrimas en su rostro. Por momentos se convertía en el suyo.

 Por momentos se convertía en el suyo

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Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora