23. La confianza guardada en un bolsillo | Parte 2

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—¿Tú crees en mí? —le preguntó a Alvar mientras caminaba a su lado

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—¿Tú crees en mí? —le preguntó a Alvar mientras caminaba a su lado.

Cada día se ofrecía a acompañarla a su casa, pero Leena solía pedirle a Mikko que la buscara. Después de ver el destrozo de su casa y de saber que su hermano era ajeno a los problemas que rondaban su mente, le había sugerido que no la esperara durante esa semana. Necesitaba esos preciados minutos de caminata solitaria para pensar.

Él no pudo esconder el desconcierto en su mirada. No tardó en responder.

—Por supuesto que creo en ti. Creo en lo que haces y tu palabra tiene valor para mí. ¿Por qué lo preguntas?

No tenía un motivo real, no uno que pudiera expresar en un modo simple y claro, menos si tenía que decirlo en voz alta. Cerró sus dedos con fuerza alrededor del abrigo de Alvar, que aún pesaba sobre sus hombros —él no lo quería de regreso hasta que tuvieran que separarse— y sintió el peso de una piedra plana a cada lado. Había trabajado toda la noche en el envoltorio.

—A veces pienso que Pilvi hizo bien al poner distancia. Ahora tiene nuevos amigos y hace cosas que no hacía conmigo, es más libre. Estos últimos días no podía salir de casa, no quería siquiera hablar con nadie. Siento como si un peso invisible me aplastara y no quiero que nadie esté ahí para verlo. Mis problemas solo tienen valor para mí.

Alvar se detuvo y rozó su hombro con la punta de sus dedos. Cuando Leena giró en su dirección, no pudo con la pena que veía en su rostro.

—Tu pérdida no es solo tuya y, aunque le sea indiferente a alguien que no conozca a tu familia, lo que viviste afectó a muchos a tu alrededor. Me afectó a mí. Quienes hablan a la ligera de lo que pasó no entienden el dolor que convivió contigo durante esos primeros meses y nadie más vio la culpa con la que cargaste ese tiempo. Culpa sin un motivo real, pero no es complicado de entender que la hayas tenido. Pilvi hizo lo peor que una amiga podía hacer; te dio la espalda a los pocos meses de la desaparición de tu padre. ¿Cómo te habrías sentido si hubiera sido yo quien te expusiera de ese modo?

Leena, que intentaba contener una lágrima, soltó una carcajada.

—Tú nunca lo habrías hecho. Nunca lo harías —se corrigió.

—Pero imagina que lo hubiera hecho y justo en ese momento. Merecería que crearas un infierno solo para mí.

—Lo que tú quieres es que deje de prestarle atención y que reaccione a los comentarios.

—Quiero que te defiendas de ellos —explicó—. ¿Qué pasaría si un día no estoy y se aprovechan de eso para hacerte la mañana miserable?

—Me defiendo a mi manera, Alvar. Siento que no sea suficiente para ti, pero...

—No es suficiente para ellos, Leena. Los viste hoy, están esperando la oportunidad de volver a la carga. Si algo pasara en los próximos días con Pilvi, dirán que fue tu culpa. Dalo por sentado.

Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora