Tuula estaba esperándolos en la puerta. Cuando Eljas se acercó, tomó su rostro con firmeza y buscó los signos del proceso en su mirada. Tenía los ojos oscuros como los suyos, como los de su hermana, y veía a través de ellos que el tiempo había llegado. El abismo se acercaba a él. Eljas había sentido el malestar, el dolor y la agonía. Era su momento de sentir la gloria.
Permitió que sus sobrinos ingresaran a la sala con un movimiento de su mano. Su hermana, en cambio, permaneció a una distancia prudencial.
—Si dependiera de mí, estarías con tus hijos en todo momento —le explicó—, pero no soy quien pone las reglas en esta casa.
—Lo sé. Tu marido es quien lo hace.
Tuula deseó que fuera él. Al menos, podría tener alguna ventaja si fuera el caso. Su hogar no le pertenecía y la mujer había jurado silencio.
—Acércate, Hilja —le pidió a su hermana—. Quiero saber qué te preocupa.
—Deja de usar tu poder en mí —le advirtió—. Que no puedas acceder a mi mente no te autoriza a indagar en los pensamientos de quienes me rodean. Respeta mis elecciones y mi privacidad.
Tuula, que había dado un paso hacia ella, retrocedió.
—Anne te miente, pero no te engaña. No hay otra mujer en el medio.
—Deja de hablar.
—Tiene un segundo trabajo, Hilja. Harías bien en explicarte qué haces con el dinero.
—Protejo a mis hijos —respondió sin elevar la voz—. Eso es lo que hago con el dinero.
—Explícaselo.
—Jamás lo entendería. —Pareció dudar por un instante. Se acomodó el cabello con brusquedad—. No sé por qué lo hablo contigo. Estaré en casa, despierta. Llámame cuando pueda buscarlos.
—No te preocupes. Los llevaré a tu casa apenas Eljas esté mejor. Ocúpate de Anne.
Hilja le había dado la espalda.
—No aceptaré que me digas qué hacer.
Tuula suspiró. Su hermana estaba viendo que sus hijos comenzaban a alejarse. En una realidad como la suya, su pareja era lo único normal que le quedaba en su mundo. Lo único que podía sostenerla. No podía mencionar ante Hilja que había hurgado en cada secreto de Anne para asegurarse de que su hermana estaría bien a su lado. Era incapaz de tomar decisiones que la mantuvieran lejos de su familia a pesar de que había hecho lo imposible por separarse de su pasado.
Se preguntó por un instante si necesitaban a los dos jóvenes. Cerró la puerta y vio a Pilvi en la sala, esperando impaciente. No dejaba de mirar las escaleras por las que Eljas había desaparecido.
—¿Has tomado tu decisión?
Se veía como una niña aunque había dejado de serlo en el momento en el que supo que el cambio, si lo aceptaba, sería inminente.
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Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)
FantasyMientras oculta la maldición que consume su fuego, Senna descubre que sus amigas peligran a causa de su mundo y ella es la única que puede protegerlas. ...