XVI ~ Alma Toran

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La luna le visitó por más de 240 noches y su rostro no llegó siquiera a asomarse. Le había abandonado para siempre. Ahora, no cabía más que vivir del recuerdo.

En ese tiempo, Judal fue capaz de probar que no huiría, pues no tenía ninguna razón para hacerlo. La muerte de Anaan le había quitado cualquier razón para batallar, pero quitarse la vida nunca se convirtió en una opción, era su mismo orgullo que nunca le permitiría ser tan cobarde.

-Buenos días, Judal.

Se topó con la princesa en el pasillo, luciéndose nuevamente con aquel revoltijo de tejido que conformaba un vestido, que a vista de Judal lucía de lo más incómodo, aunque según ella no era así.

-¿Quieres entrenar conmigo?

Judal, en cambio, había optado por unos ligeros pantalones babucha color negro, un pequeño manto blanco que le cubría los hombros y por debajo un top negro con bordes dorados que dejaba expuesto su tonificado abdomen. En su cuello llevaba un collarín dorado con una gema roja, y en sus brazos unos brazaletes con los compaginaban en dorado.

Irónicamente, aquella muchacha era con la única con la podía entablar una conversación decente.

-¿Estás segura, princesita? – Un gran cúmulo de burla se lució en sus labios – Aun recuerdo como barriste el suelo la última vez. Las sirvientas te lo agradecieron por librarlas de un quehacer.

-¡No es cierto! – Negó la joven, hecha un balón. Hervía de lo tan roja que se había puesto. Como toda una niña no sabía aceptar una derrota – ¡Está vez serás tú quien termine en el suelo! – Blandió el broche de su cabello, como una espada.

Sus muestras de poder se habían ganado reproches, además de prohibiciones, pero los jóvenes siempre hacían lo que se les antojaba.

Al salir al jardín un espectáculo espeluznante de magia nació.

Una vieja sirvienta se arrogó al suelo y esquivó milagrosamente una lanza de hielo de Judal. El grito de la anciana llamó la atención del asistente molesto de Kougyoku, quien de inmediato ordenó que se detuvieran.

-¡Esto no puede seguir así! – Alzó su voz, haciendo que la joven bajara la cabeza un tanto apenada – ¡Oye, también hablo contigo! – Le gritó a Judal, el cual ya se iba tan campante.

-Cállate, mosca – Sacudió la mano, espantando al ingrato insecto que zumbaba a su alrededor.

-¡¿Qué has dicho?! – Una bomba de fuego estalló en su rostro – Tú... ¡Oye!

Judal continuó caminando, haciendo oídos sordos a los regaños del absurdo individuo. Se perdió por uno de los pasillos interminables de palacio, donde únicamente la presencia de guardias y sirvientas avivaba el ambiente.

-¿No estás cansado de ser tratado como un objeto?

Judal se detuvo abruptamente. Se giró, topándose con aquel ser que prontamente reconoció. Nunca sería capaz de olvidar aquellos ojos que apenas podía distinguir entre tanto manto blanco.

-¿Tú? – Se carcajeó – Según sé, perteneces a Al-Thamen – Sacudió su fina varita en su dirección, luciendo divertido – Eres un traidor, villano, o algo así.

-¿Eso te dijeron justamente aquellos que terminaron con la vida de tu compañera? – Siseó, sonriente.

La sonrisa se borró de la cara de Judal en el acto.

El ser misterioso comenzó a caminar en su dirección. Judal no se movió, apenas le siguió con la mirada.

Repentinamente, una estruendosa risa se propagó por el amplió y largo pasillo, perdiéndose en la lejanía.

Magi ~ Sístoles de Amor [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora