II ~ El huesudo

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-Judal...

A la misma hora del día anterior, aquella aguda voz invadió el ambiente, tan inestable como el ser azabache la recordaba.

Desde entonces, ambos intercambiaron palabras y Judal no se molestaba cuando el ser sin rostro suspendía la conversación abruptamente.

-Judal...

Su voz se manifestó una vez más. Aquel extraño cambio de palabras con un ser sin rostro se prolongó por una semana.

Judal cruzó las piernas y se centró en la vaga rendija que el desconocido siempre dejaba.

-¿Qué? – Contestó con su antipatía común.

-¿T-Tú nunca m-me harías daño?

En el transcurso de aquellos días, aquella aguda voz había yendo obteniendo mejoras. Ya no era tan balbuceante como cuando la conoció, aunque en aquella volvió a vacilar.

-A mí solo me gusta lastimar a los nobles – Confesó sin ningún apéndice de pena. No podía evitar sonreír con sorna, recordando el rostro atiborrado de barba del mercader, hecho un desastre por su causa – Y a los que se lo creen.

Aquel vejestorio era tan miserable como cualquier habitante común, pero su puesto le había otorgado la oportunidad de pensar que no era así. Estaba seguro que nunca siquiera había llegado a rozar la mano de un monarca. Sus manos, pese más pulcras, seguían viéndose como las zarpas de una inmunda rata a ojos de aquellos mejor vestidos.

Las pupilas rodeadas de un matiz rojizo se achicaron al escuchar el rechinar de la puerta deteriorada del mueble. La rendija se había profundizado. A través de la todavía presente oscuridad logró percibir el brillo de dos ojos, observándole. Varios de sus dedos se asomaban, pequeños y débiles palillos demacrados.

-Confío en ti.

No hubo ningún titubeo ni asomo de duda en dichas palabras. Fue la oración más segura que logró decir hasta la fecha.

-¿Ah? – Judal trató de escrutar entre la oscuridad.

No podía negarlo, tanta conversación había originado en él cierta curiosidad. Quería conocer el rostro de su hablante.

-Confío en ti.

Un nuevo rechinar opacó la habitación, causando varios estragos en el corazón del azabache. La rendija se agrandó tanto como su cabeza. Un vago rayo de luz se filtró en el escondite, dándole un baño tibio al único morador. Pudo vislumbrar líneas color carbón regando una frente con rasgos de mugre sobre la palidez de su piel, su rostro corazón, finos labios resecos y dañados y... El color castaño que en sus orbes residía.

Un color ordinariamente común, pero que en aquel rostro se difería.

-Judal...

El niño azabache se centró en los dedos del ocupa, agarrados al marco del mueble, dando continuos saltos.

Por primera vez, se estableció un contacto. Judal ni siquiera se dignó a cuestionarle, apenas dejo caer su mano sobre la del desconocido. Un contacto cálido.

-¿A qué te referías con que confías en mí? – Quiso saber, retomando su oscura actitud.

Judal sintió sus dedos escurriéndose por la palma de su mano, huyendo de él. A continuación, la dimensión del agujero volvió a encogerse.

El ser azabache blanqueó los ojos. Que de sensible era el inquilino extraño.

-¿M-me protegerías?

Judal se quedó viendo el mueble con el rostro desfigurado.

-¡Nunca seré la niñera ni guardaespaldas de nadie! ¡Que molestia!

Magi ~ Sístoles de Amor [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora