VI ~ Nueva vida

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Anaan pasó la yema de sus dedos por la manzana roja que sostenía. Robar con la ayuda del poder de Judal había resultado sencillo, al igual que despistar a los guardias. Después, solo tuvieron que preocuparse en hallar un lugar en el que ocultarse y ese agujero resultó siendo una vivienda en ruinas, de la que apenas se sostenían dos paredes y un triángulo de techo, donde se cobijaban de la humedad de la noche.

-¿No comes? – Le cuestionó Judal, arrancándola de sus pensares.

-Ah, sí – Propinó un avaro mordisco en la manzana. Su dulzura estuvo a punto de hacerla llorar.

No pudo evitar recordar el dulce rostro de la madre de Judal. Había convivido tanto con ella, que ahora se le hacía difícil aceptar que ya no estaba con ellos.

Robar. ¿Esa sería su vida de ahora en adelante? Esa cuestión no salió de su boca. No era un futuro prometedor, pero tampoco le disgustaba. Ella solo deseaba poder estar al lado de Judal, el único ser en el que ahora en adelante sería capaz de confiar.

En silencio, Judal devoró dos manzanas más, después, sobre los escombros, se recostó de espaldas a Anaan.

-Buenas noches, Judal – Susurró ella con dulzura, apegándose a él.

Compartían un triste trapo que apenas lograba guardar una parte de su calor. Hacía frío, y por ello, Anaan abrazó a su compañero tanto cuánto pudo. En un pasado, Judal habría soltado un gruñido, pero en aquel entonces no mostró cualquier señal de molestia.

Al toque del amanecer, Anaan despertó con el corazón en la boca. Una jauría de voces se expandía por el lugar, desconcertándola, aterrándola.

-Judal, Judal – Lo toqueteó insistentemente, inconsciente de que él ya tenía los ojos abiertos.

-Vámonos.

Agarrados firmemente de la mano, los dos jóvenes caminaron a hurtadillas por la zona más pecaminosa de la ciudad. El olor nauseabundo afectó a Anaan, la cual comenzó a caminar torciendo las piernas. Imágenes se hacían presentes en su mente, atormentándola, debilitándola.

Un temblor agudo se expandió por su cuerpo.

-Anaan.

La joven levantó la mirada y vio que Judal señalaba en una dirección, solo que la niebla que había provocado el cúmulo de lágrimas no le dejaba ver con claridad.

-Vamos.

-¿E-Eh?

Anaan aleteó aturdida sus pestañas al sentir el pulgar de Judal recorriendo su rostro, apagando el dolor convertido en agua salina. No dijo nada, apenas asintió y se dejó llevar.

En el interior de un carromato abandonaron la ciudad, ocultos tras cajas de mercancía.

-¿Te buscan a ti? – Se atrevió Anaan a cuestionarle.

-Ni idea – Le respondió encogiendo de hombros, aparentemente nada preocupado porque esa pudiera ser una realidad – Pero me da lo mismo si lo hacen. Nunca podrían atraparme – Una sonrisa confianzuda se tambaleó en sus labios.

Anaan diseñó una vaga sonrisa en sus labios. A veces, podría llegar a gustarle el modo indiferente con el que Judal enfrentaba la vida.

Quizás ninguno de los dos imaginó un futuro distinto al que les aguardó. Robos, correr y ocultarse, de ese modo sobrevivieron durante largos seis años. Anaan no sabía lo que Judal pensaba al respecto, sobre su vida, en si había logrado ser feliz aunque apenas fuera por un segundo. Ella no tenía quejas al respecto.

-¿Ya se fue? – Le preguntó Anaan a sus espaldas.

Ambos se ocultaban tras la pared de una vivienda. Se habían mantenido ocultos por una larga media hora, hasta que el ocupante del carromato decidió alejarse. Justo lo que estaban esperando.

Magi ~ Sístoles de Amor [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora