XVIII ~ Noche eterna

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Un nuevo amanecer se presentó, pero diferente a los demás. Hacían lunas desde la última vez que durmió junto a Anaan. La joven yacía bajo una cobija pálida, durmiendo de costado. Su larga cabellera se esparcía por la almohada pareciendo una especie de telaraña desordenada.

Anaan, ya no parecía la misma niña que conoció. Las telas desgastadas se habían perdido en el pasado, como también la suciedad impregnada en su piel y cabellos; incluso desprendía un agradable aroma a coco. Su figura continuaba siendo delgada, pero no rozaba el extremo y de hecho lucía ejercitada y su busto había aumentado considerablemente.

Judal paseó la yema de dos de sus dedos por su rostro captando la existencia del maquillaje en su piel. Se miró los dedos viendo el polvo blanco, el encargado de ocultar las pequeñas cicatrices de su pasado.

-Ah... No...

La muchacha se llevó la mano a la cara y se la frotó formando un mohín con los labios.

-Me duele tanto la cabeza... - Murmuró para sí misma, volteándose para el otro lado de la cama – Ah... Rayos, no debí beber esa cosa...

Al abrir los ojos, pegó un brinco. La mirada inconfundible de Judal lucía divertida.

-¡Buenos días, Judal! – Apretó el cuerpo esbelto de su amigo, estrujándole.

Judal sintió que casi se le salía el corazón.

-Suelta – Exigió mal encarado como de costumbre.

Anaan obedeció.

Una sonrisa de niña traviesa se asomó después.

-Vayamos a desayunar, ¡Quiero enseñarte muchas cosas! ¡Y que conozcas a muchos amigos míos!

Judal se removió sobre su propio existir. La palabra "amigo" proveniente de aquellos labios le resultaba sumamente desagradable. En su mente todavía seguía presente la niña que iba siempre agarrada a sus pantalones babucha, temblorosa y llorica.

Pero, la Anaan que ante sus ojos se removía ansiosa no se asemejaba a aquella que un día conoció.

-Como si quisiera deambular por ahí o conocer a esos estúpidos – Escupió, dejándose caer en la cama, tan perezoso y mal humorado como siempre fue.

-¡No, Judal! – Anaan comenzó a sacudirle. Daba pequeños saltitos en el lecho, convirtiendo la zona de descanso en un infierno a trotes – ¡No duermas! ¡Despierta!

Un camino venoso se presentó en la tez arrugada de Judal.

-¡Cállate!

Anaan se cayó de espaldas de la cama tras haber recibido un empujón. El estruendo recorrió cada esquina de la habitación. Primero se escuchó un quejido, después una ruidosa carcajada. La joven se reía como una loca.

-Estás loca.

Judal se alzó y comenzó a caminar en dirección a la puerta. No fuera a ser que la locura fuera contagiosa.

-¡Yupi!

Anaan se anticipó en una correría.

Judal torció el gesto, fijo en el peculiar caminar de su familiar. Avanzaba campante, como si estuviera dispuesta a enfrentar a todo aquel que decidiera pararse frente a ella con la intención de dañarla.

Había cambiado tanto que resultaba espeluznante.

-¡Buenos días! – Saludo enérgicamente a todos los que ocupaban la larga mesa; guerreros que luchaban hombro con hombro junto al rey de Sindria – ¡Hola, Masrur! – Le dio una palmadita amistosa en el hombro a un hombre musculoso de cabellos rojizos.

Magi ~ Sístoles de Amor [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora