XVII ~ Estuviste aquí

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Aquella noche, Judal volvió a sufrir el recuerdo de Anaan. La presencia de aquellos dos había causado nuevamente estragos en su corazón. Cientos de imágenes de ella se presentaron en su cabeza, desvaneciéndose como virutas de cenizas entre sus dedos.

-Mierda... - Masculló irritado, librándose de la cobija húmeda que lo cubría.

Dejó caer las manos con desazón sobre el borde de la ventana. Un cielo estrellado se presentó frente a sus ojos. Deslizó la mano por el borde rocoso y se sentó lentamente. Sintió su cuerpo perdiéndose en un temblor incontrolable. No era el frío, sino su ausencia lo que le puso así.

-Judal, ¿No es bonito el cielo?

Su rostro surgió de entre la oscura habitación. Se encorvó sobre el borde de la ventana, sacando su cabeza al exterior. Inspiró el viento nocturno que navegaba con paz, rozando las paredes de las viviendas.

-Creí que ya no volvería a verte – Desvió la mirada, dirigiéndola al cielo que ella con una sonrisa había halagado.

-Me gusta estar contigo – Se sentó frente a él.

Pocas veces eran las que ella sonreía, y aquella, era una de esas ocasiones.

-Quédate – Le exigió, cuando en realidad quería rogárselo.

Tímidamente, Anaan se arropó entre sus brazos. Judal estremeció ante su contacto. Podía ser apenas una vaga ilusión, un espejismo, pero para él era demasiado real.

-Me quedaré hasta que te duermas – Susurró ella, deslizando sus finos dedos por el pecho desnudo masculino.

-No tengo sueño – Respondió volviendo a la tosquedad de su personalidad.

Una pequeña risita fluyó por el ambiente, apagándose segundos después. Anaan, en silencio, cobijó su cabeza en su pecho, ofreciéndole su embriagante calidez. Judal, cerró los ojos al sentir sus dedos perdiéndose por su nuca. Aunque dijo no tener sueño, le resultó complicado mantenerse despierto.

Al abrir los ojos, Judal creyó que ella seguiría así, pero apenas se encontró con los rayos del sol cerniéndose sobre él, como si quisieran suplantar la calidez que aquella muchacha emitía.

-Maldita sea – Se alejó rápidamente, como si repudiara aquella muestra pobre de consuelo. Miró al cielo, odiando incluso a aquella esfera redonda que le visitaba todos los días, alargando los días de ausencia.

-¡Judal!

Alibaba entró en la habitación del modo más estruendoso posible.

-¿Qué quieres? – Le habló impertinente, sentándose de piernas cruzadas en el lecho. Lo que menos le apetecía era entablar cualquier tipo de conversación.

-¡El médium! – Habló tartamudo, como un inepto para el habla.

Judal rodó los ojos, irritado por la vaga justificación que el pelo pincho le había dado, pero no hubo necesidad de especificar más. El estruendo avivó el océano, agitando el barco donde se encontraban. Alibaba perdió la postura y se fue de boca contra una de las paredes de madera.

El magi salió volando por la ventana, topándose de inmediato con un oscuro espectáculo dominando el cielo. Un extraño ser salía del cielo, como si saliera de un agujero muy profundo. Pequeñas figuras flotaban a su alrededor, entre ellas, reconoció el balanceo de la trenza del niño.

-¿Pero qué está pasando? – Le cuestionó al atónito magi azul en cuanto estuvo cerca de él.

-Es el médium: el fin del mundo – Habló sin mirarle, únicamente centrado en aquel peligro atroz.

Magi ~ Sístoles de Amor [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora