IX ~ Las mariposas doradas

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Tomaron el pasillo continuo, dejando para atrás una horda de monstruos batallando con aquellos dos. Siguieron conscientes del escándalo aun cuando abordaron un nuevo espacio. Un lugar cerrado, con una única salida posible, dos puertas al final, pero que yacían cerradas.

-¿Dos manos derechas? – Interrogó el rubio, viendo curioso el dibujo de las manos en ambas puertas.

-¡Nuestras manos! – Exclamó Aladdin.

-¡Sí! – Alibaba se vio contagiado por su sonrisa.

Ambos depositaron al mismo tiempo sus manos en las marcas.

Las puertas comenzaron a abrirse por propia voluntad.

-¡Wow!

Ni Aladdin ni Alibaba habían visto tanto oro agrupado en su vida. Vasijas, copas, incluso coronas, todo hecho de oro.

-¿Qué ocurre?

Anaan fue la única incapaz de sorprenderse. Por la escasez de colores en su vida no era capaz de maravillarse con el tesoro que tenía frente a sus ojos.

-¡Es oro, Anaan! – Alibaba la vio emocionado y confundido a la vez. ¿Cómo no podía emocionarse al verlo?

Aunque cierto era que Aladdin tampoco le dio relativa importancia a las reliquias. Su atención se dirigía exclusivamente a la lámpara que descansaba sobre un pilar en medio de la sala.

Alibaba dejó con cuidado a la joven al cuidado de Aladdin y lentamente se acercó al extraño artilugio.

-¿Creísteis que se quedarían con lo que me pertenece?

Una seseante voz se declaró viva atrás.

-¡Aladdin!

Antes de que pudiera predecirlo, su amigo salió disparado e impactó contra una pared, perdiéndose tras una explosión de polvo. Anaan cayó a los pies de su atacante, la fanalis.

-¡No toques a Anaan! – Gritó Alibaba al ver como el talón descendía sobre la cabeza de su compañera. La fanalis clavaba sus pupilas en ella como si se trataran de agujas. En el mercado nunca imaginó que aquella muchacha fuera capaz de mostrar aquella frívola mirada, y mucho menos que aquellas delgadas extremidades contuvieran tanto poder.

-¡¿Crees que puedes exigir algo?!

Anaan descubrió el oscurecido rostro de un hombre con pintas de noble. Uno que no había avistado anteriormente, y no necesitó que nadie le dijera que él era el dueño de los esclavos, era demasiado evidente.

El noble hizo un movimiento con la mano.

Una nueva explosión impactó en el rostro de Alibaba, derribándolo contra unas escaleras de piedra. Nuevamente había sido la fanalis la atacante. La muchacha había salido disparada como una flecha. ¡Había desaparecido ante los ojos de Anaan!

-Vosotros, escoria, habéis osado molestarme... Morgiana – La mencionada le miró – Toma – Desenvainó la espada que portaba en su cintura y se la arrojó a la muchacha – Mata a esa escoria – Se refería a Alibaba.

-P-Pero... - Las manos de la esclava se azotaron en el aire, viendo con sus reducidas pupilas el pecado metálico que descansaba a sus pies.

-¿Te opones? – Una frívola burla emergió en los labios de su amo – ¿Acaso no sabes lo que te ocurrirá si te niegas a obedecerme?

Un miedo atroz invadió la tensa mirada de la joven. Con sus temblorosas manos se hizo con el objeto filoso y lo blandió como toda una novata.

Anaan tensó los músculos de su rostro al verlo venir en su dirección, lento, como una muerte que asecha lentamente. Podía tener el aspecto de un humano, pero Anaan apenas pudo divisar una serpiente que se acercaba con la intención de introducirle su veneno.

Magi ~ Sístoles de Amor [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora