Anaan se aferró a la pequeña criatura y fue entonces cuando se congeló. No lograba comprender porque había cometido semejante disparate. No, sí lo sabía. Estaba cansada de bajar la mirada, de huir de todo lo que le aterrorizaba, de siempre agarrarse a Judal como si él fuera su escudo. Quería abandonar sus temores del pasado, no quería vacilar ante la mirada oscura de los hombres. ¡Quería ser fuerte! Pero, sin embargo, cuando llegó el momento de la verdad, cuando supo una vez más lo tan débil que era, no pudo hacer más que apretar los párpados.
-Tranquilo, Alibaba, yo...
Aladdin se disponía a arrancarse el turbante de la cabeza, cuando una trenza azabache pasó frente a sus ojos, deteniéndole en seco.
-¡Rayos! – Vociferó Judal alzando dos de sus dedos. Una mueca se lucía en su rostro.
Cuando dejó caer los dedos, una enorme lanza de hielo se originó en el cielo. Los pasajeros de su carromato y los de otro que se había detenido al divisar el desastre, se quedaron estupefactos ante el espectáculo que el misterioso ser les ofrecía. Un manto de mariposas doradas procedentes de Judal, marcó acto de presencia en el lugar.
-Judal...
Aladdin se aferró al instrumento. Una extraña sensación nació en su pecho. Se quedó mudo ante la escena.
Antes de que la lanza impactara en el monstruo, Judal agarró a Anaan y con ella arrastró a los dos restantes. El chillido del monstruo sufriendo se sacudió a sus espaldas.
-Judal – Anaan se aferró agresivamente a su compañero, hasta el punto en que logró sofocarlo.
-¡Ya! – Empujó a toda la carga con nada de amabilidad, haciendo que cayeran sobre el manto de arena.
-Gracias... - Murmuró Alibaba desfallecido. Estrujó arena entre sus manos, sintiendo la impotencia estallando en su interior. Aunque había soltado toda aquella palabrería no había contribuido en lo absoluto.
Anaan, arrodillada en el suelo, compartió su mismo sabor. Apreciaba su vida junto a Judal, pero... Quería dejar de ser una carga que solo le traía problemas, que no era capaz siquiera de valerse por sí misma.
-¡Gracias! ¡Muchísimas gracias! – Gimoteó la madre estrechando a su bebé entre sus brazos.
Judal no le dirigió la palabra, ni siquiera hizo un breve gesto. En aquel escenario, él no pintaba nada.
-Anda – Envolvió la figura de Anaan y la alzó sobre su hombro.
-¡Espera! – Su mirada carmín se escurrió por encima de su hombro libre, descubriendo el rostro ansioso del niño de trenza azul – Judal, quisiera hablar contigo. Por favor – Añadió al comprender la poca importancia que Judal le había prestado.
-¿De qué? – Respondió tan seco como solo él podía llegar a ser.
-¡Aparta!
Aladdin cayó de lado, empujado por el barrigudo pechugón. En su rostro pudo divisar sus labios excesivamente estirados.
-Usted es, oh señor – Se arrodilló a sus pies, haciéndole una reverencia.
Judal arrugó la frente, viéndole con cierto fastidio.
-Lárgate – Barrió varias virutas de arena sobre su rostro, pero el estúpido ni siquiera se inmutó.
Parecía incluso dispuesto a ser pateado por él. Su abrupto cambio de actitud se ganó su genuino interés.
-¿Por qué me hablas así? – Dio dos pequeños pasos, dejando que su sombra se depositara sobre la patética figura de aquel hombre.
-¿"Por qué"? – El hombre alzó su rostro repentinamente, sus ojos exhibieron sorpresa, además de falsa adulación – Oh, señor, este el digno trato que usted merece.
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Magi ~ Sístoles de Amor [Finalizada]
RomanceProcedía de una familia pobre, residía en un desecho de vivienda, pero, cualquier ser con ojos sería capaz de notar que había algo de diferente en él, y no solo por el baño de sangre que en sus orbes constaba. Existía mucho más en él. Judal, era ape...