XXI ~ Apenas un magi

85 7 15
                                    


-¡Judal!

Escandalosamente, Ja-Far irrumpió en la habitación. El magi oscuro yacía sobre el lecho con una novela entre manos.

-¡Creaste conmoción en la ciudad! – Casi se le abalanzó sobre él hecho una fiera. Su piel resplandecía de lo tan roja que estaba – ¡Que seas el magi de Sindria no te da derecho a...!

-Ah, ¡Cállate! – Se sentó de sopetón. El libro brincó, cayéndose de la cama – ¡El imbécil ese me molestó! ¡Quería matarme!

-¡Esa no es razón suficiente para...!

-Ja-Far.

Sinbad, el rey de Sindria, surgió vagamente iluminado por las antorchas del pasillo. Una extraña esencia le acompañaba.

-Deja que yo hable con Judal.

No sonreía, de hecho, no podía lucir más severo.

-¿Hablarme?

El magi cruzó las piernas con notable indiferencia. Una grotesca sonrisa se lució al final.

-Judal. Sindria es conocida por su prosperidad y paz, y no voy a dejar que ni tú, mí magi, quebrante el sosiego – Habló tajantemente.

Judal se quedó prendado del cielo manchado de tonalidades rojas, anaranjadas y amarillentas. Parecía ser apenas la jugarreta de un niño sobre una tela, pero en aquella ocasión lo desbaratado se había convertido en una obra arte.

Prosiguió caminando, lento, sintiendo el césped del amplio jardín acariciando la planta desnuda de sus pies. El regaño de Sinbad y Ja-Far no había logrado nada en él. Poco le importaban ellos o Sindria. Nada le importaba realmente.

-¡Lo haces genial!

Hasta aquel preciso instante se había mantenido tranquilo.

Tras el brillante dúo de espadas, la refrescante sonrisa de Anaan se lució. Se movía ágilmente, esquivando y atacando. Judal no pudo reprimir la sorpresa que aquella imagen le originó. Había notado cambios en su físico, pero nunca se la imaginó con una espada en la mano, moviéndose con digna agilidad, pero, dicho asombro poco duro. Fue nada más ver el rostro masculino que la acompañaba que sintió una furia injustificada escalándole el cuerpo, en compañía de una terrible arcada.

-Patético.

Otro en su lugar probablemente se habría largado a pagar sus frustraciones con la primera pared que se presentara, pero Judal no era como los demás.

Fue nada más verle que la sonrisa se le borró del rostro, aunque no frenó su entrenamiento. Sharrkan también no pareció grato con su presencia. Ninguno abrió la boca, fingiendo que no existía.

-¡Cuidado!

Anaan se movió a un lado velozmente, anteponiéndose al guerrero, protegiéndolo con su espada de la agresión de Judal.

El pedazo de hielo cayó hecho añicos en el suelo.

-¿Qué es lo que quieres?

Enderezó su espalda, mostrándose tranquila, seria, como si el ataque ni la presencia de Judal influyeran en ella.

-Entretenme – Articuló lentamente. Sus ojos se hicieron llamas de perversión.

Anaan arrugó sus facciones, exhibiendo el profundo asco que él le había causado. ¿Judal siempre fue un ser tan asqueroso? Se cuestionó. Siempre pensó que él era uno de los pocos hombres merecedores de dicho nombre, ahora, comprendía que se había equivocado.

Magi ~ Sístoles de Amor [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora