-Judal...
Sintió los toquecitos rasposos de los dedos de Anaan en su hombro.
Soltó un gruñido, negándose a prestarle atención, pero ella continuó insistiendo.
-¿Qué? – Abrió los ojos muy malhumorado.
Entonces, un brillo cegador le atacó las pupilas, quitándole la oportunidad de saber que estaba ocurriendo. Bajo su cuerpo sintió la lividez que acostumbraba a sentir en sus vuelos. Después, una especie de ráfaga caliente embargo su cuerpo y perdió el conocimiento. Lo último que sintió fue una mano envolviendo la suya fuertemente.
-Ah... ¿Qué rayos?...
Despertó con la nariz aplastada contra un suelo arenoso. Algo tibio, vivo y pesado lo aplastaba.
-¡Salte de encima! – Arrojó malamente a quien quiera que fuera el individuo y se sentó.
-Ah... ¿Qué ha ocurrido? – Al ojear por encima de su hombro se topó con la mirada desconcertada de su única familiar.
-Ni idea... - Soltó con derivado desinterés, al tiempo que se alzaba y sacudía sus pantalones babucha.
Dio un breve repaso a su alrededor. Viviendas mugrosas por donde quier, calles desérticas y un acoplamiento de voces lejanas era lo que constituía aquel lugar.
-¿Qué hizo ese pelo pincho? – Interrogó dirigiendo su mirada a Anaan, la cual seguía en el suelo, viendo algo empanada el lugar.
-Ah... - Se tardó su tiempo en reaccionar – Después de que Amon entrara en la espada de Alibaba, todo se desmoronó. Sobrevolábamos la ciudad, cuando entonces un resplandor comenzó a rociarnos. Después perdí la consciencia y... - Se frotó la nuca mostrando atisbo de duda – Menos mal que tomé tu mano – Sonrió al final, viéndose la palma de una de sus manos.
Judal permaneció en silencio, frotándose su trabajado abdomen. Veía con un aire aburrido las tres calles que tenían a su disposición.
Se mantuvo por largos minutos con aquella cara, hasta que se dispuso a caminar, sin siquiera advertirle a Anaan.
-¡Espera, Judal!
Anaan tuvo que emprender una breve correría para lograr estacionarse a su lado. Siguiendo su perezoso paseo, la muchacha veía con su temor común el ambiente que le rodeaba. El atardecer rociando la ciudad no era del todo reconfortante, pues Anaan detestaba la noche por el peligro que representaba.
Tras un giro de calles, ambos se depararon con sus gentes caminando por la plaza principal. Desde que se habían cruzado con un individuo calles atrás, Anaan se había aferrado a los pantalones de su compañero.
El gentío había comenzado a evaporarse tras el cierre de las tiendas. A aquellas horas las tabernas estarían plagadas de gente. Más tarde los borrachos comenzarían a armar alboroto como acostumbraba a ser.
-Mierda – Masculló Judal molesto al cerciorarse del vació que existía en sus ropajes. La bolsita con monedas ya no estaba allí.
Un panorama de venas se expandió por su frente.
-Vamos – Terminó por decir, después de perder cinco minutos maldiciendo en murmurios.
Bajo las vagas luces de la ciudad, ambos caminaron en silencio hasta que abordaron un local impregnado de alcohol. Las estruendosas voces de borrachos les recibieron, al igual que los golpes de las jarras al chocar.
-Tú ve por allí – Indicó el azabache, señalando al lado contrario del local.
-¿Eh? – La muchacha giró el rostro, topándose con avalanchas de hombres por donde quier, agarrados a una jarra de cerveza y riendo como estúpidos – Pero... Judal – La mano que se aferraba al azabache estremeció, reflejando su temor.
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Magi ~ Sístoles de Amor [Finalizada]
RomanceProcedía de una familia pobre, residía en un desecho de vivienda, pero, cualquier ser con ojos sería capaz de notar que había algo de diferente en él, y no solo por el baño de sangre que en sus orbes constaba. Existía mucho más en él. Judal, era ape...