Cap XLI: La ilusión del desierto

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—¿Crees que es demasiado si uso este brazalete? —le muestro mi muñeca adornada con el hermoso brazalete dorado.

—Ningún accesorio está de más —responde, admirando el brazalete—. Parece algo simbólico para ti. ¿Qué significa?

Agacho la cabeza escondiendo la pequeña sonrisa nostálgica que comienza hacer acto de presencia. El brazalete está compuesto por cuatro hileras delgadas: en una hay un rayo; la siguiente hilera es un poco más ancha y no se une del todo y cuenta con una piedrita brillante en cada extremo; la siguiente si es completa y tiene pequeñas flechas que señalan hacia la izquierda; la última cuanta con una luna menguante. El rayo lo tomo como representación de mi padre, Zeus. Lo demás como un simple adorno.

—Vendrás conmigo —anuncio, poniendo el brazalete sobre el mostrador para que la mujer al otro lado de este nos cobre al fin. 

Llevamos toda la mañana yendo de tienda en tienda, comprando de todo un poco para saber más o menos a dónde me llevara Steve a cenar. Nat busco y busco todos los vestidos que relumbraran con un toque de elegancia y sencillez a la vez, por si Steven no me lleva a un lugar tan elegante. También no descartamos la idea de que a lo mejor iremos a un lugar no tan formal, así que traigo jeans y blusas lindas junto con algunas botas y sandalias por si las moscas. Son alrededor de las cinco de la tarde, por fin puedo decir con alivio que estamos listas para volver a la torre y con estas cuatro horas de sobra para intentar adivinar que luce mejor.

Pago lo debido por la joyería que, en mi opinión, no es necesaria. Pero a la asesina Romanoff no se le dice nunca de los nunca no. El maletero esta que vomita de bolsas de las diferentes tiendas saqueadas por el huracán de la desesperación.  

—No sabes cuantas veces fueron las que rogué por que este día llegara —dice, abriendo la puerta del lado del copiloto—. Puse hasta un santo de cabeza. 

—¿Para tener un día de amigas y comprar ropa como si fuera el fin del mundo? Nat, nada más hubieras dicho y lo hubiéramos hecho todos los días de la semana —me pongo el cinturón de seguridad, enciendo el auto. 

—No me refiero a éso, Dianne, y tú lo sabes —reprocha. Rebusca entre las bolsas la media hamburguesa que guardo—. Me refiero al hecho de que tú y el Cap estén saliendo. 

La dejo encargarse de la música, revisa las playlist. ¿Quien diría que entre ambos se daría algo? Somos tan diferentes en algunos aspectos, pero tan parecidos a la vez. Aunque reconozco que luego de todo lo que pasamos era obvio que íbamos a terminar juntos. Quizá no lo parezca pero, Steve es un hombre divertido cuando se lo propone, nada más tiene la cara de aguafiestas. 

—Ni yo tampoco —murmuro. Inconscientemente se me escapa un suspiro que mi amiga no pasa por alto. 

El imaginarme con Rogers en una relación seria me da miedo, no dire que tengo miedo a no ser lo suficiente para él porque yo soy lo mejor que le puede pasar en la vida a una persona, allá ellos si no saben aprovecharlo; pero si las cosas entre los dos no se dan y jamás volvemos hablarnos, no deseo perder su amistad. 

—¿Cómo crees que sea la cita? 

—Posiblemente me lleve a cenar de ésos mini taquitos con siete salsas que probamos la otra vez, después tal vez vayamos por un helado y al final paseemos por el centro —respondo, sin quitar la vista del camino. 

—Supongo que es tu visión de una cita perfecta —argumenta. La escucho hacer un sonido raro con la garganta parecido a una risa ahogada, arrugo el entrecejo al captar que se esta riendo de mi—. Perdón —se disculpa—, estaba pensando en lo parecidos que son ustedes dos y en que ambos están hechos el uno para el otro. Son tal para cual

Tal Para Cual || Legends #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora