Cap XLV: Ideal Para Un Sacrificio

714 59 105
                                    

La mañana pasa volando. El entrenamiento se extiende una hora más, Steve quiere que dé todo de mí, literalmente estoy dejando el alma aquí. Lo amo, pero se está pasando con lo de esforzarme al máximo.

Para terminar el entrenamiento, todos nos juntamos en el simulador. Tony precisan unos botones, una luz verde brilla anunciando que el simulador está encendido. La habitación se transforma, cambiando; de ser una habitación cerrada de paredes grises y sin ni una ventana, pasa a ser una.... ¿cómo decirlo? Guarida secreta.

Hologramas muy reales de agentes aparecen por todas partes rodeándonos. Afirmo mi espada y el escudo. Comienzan a dispararnos dando inicio a la batalla.

Hago el mayor de los esfuerzos para acabar con los agentes que aparecen y no caer rendida en el intento. Ya ni Antiope me sometía a tantos esfuerzos cuando entrenábamos. Luego de esto hibernaré cinco meses. Explotan a esta pobre mujer, dios santo.

Arrojo el escudo contra uno de los hologramas que estaba por dispararle a Steve por la espalda. El agente explota en pequeños fragmentos verdes.

—¿Cariño, que harías sin mi? —pregunto en broma. Recuperó mi escudo gracias a Nat.

—Morirme.

Sonríe de esa forma que tanto me encanta.

—¿Que les parece si dejan de coquetearse... y ponen atención? —sugiere Tony.

—Dejalos derramar miel.

He aprendido que entre más muestre que sus comentarios me hacen querer arrojarlos del balcón, más están como machete de palo.

Sigo en lo mío, mas en una ocasión golpeo a Tony con uno de los agentes "accidentalmente". Lo atrapo de un pie con el lazo y lo hago girar hasta que se desintegra al impactar con Stark.

Para cuando terminamos Steve es el primero es acercarme mi botella de agua y una toalla. Resalta lo bien que estuve en el entrenamiento y aclara que soy la mejor. Es tan tierno.

Los otros se van. Permanezco un rato más sentada, las piernas me flaquean, los brazos me duelen, la tripa grande se comió a la pequeña, y tengo un humor de los mil demonios. Situaciones cómo estás hacen que quiera golpear a Rogers.

—¿No vienes? —señala la salida por encima de su hombro.

—Grant, no siento ni una extremidad de mi cuerpo, claramente voy a quedarme acá un buuuen rato.

Termino acostada en el banco, pongo la toalla sobre mi cara evitando que la luz cegadora interrumpa mi siesta.

—Cielo, luego de un baño y un delicioso almuerzo estarás como nueva, venga levántate.

—Ni de broma. Ya te dije que me duele el cuerpo, seré capaz de llegar al baño sobre una carretilla o rodando porqué mis piernas están fuera de servicio.

—Bien, tendré que recurrir al plan B —lo escucho decir para segundos después estar sobre su hombro como los sacos de boxeo.

Lo bueno de esto es que tengo vista en primer plano de su trasero. Tantos pensamientos impuros hacia este hombre harán que me vaya derechito al tártaro. Hija de Zeus tenía que ser. Toma las escaleras en lugar de el elevador, ¿que son tres pisos? Nada para el Súper Soldado.

—¿Te he dicho ya el lindo trasero que tienes? —comento.

—No empiece, Dianne.

—A que te sonrojaste, ¿verdad? —sonrío divertida.

Se sonrojo, no tengo que verle la cara para comprobarlo, cada que le digo una cosa parecida se pone más rojo que la sangre. Lo cual me hace reír desquiciadamente, todavía es un niño... un niño con cien años y un cuerpo que te hace querer pecar.

Tal Para Cual || Legends #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora