Capítulo 24: El plan de los Cascabeles

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La tierra se había convertido en un oscuro y tétrico infierno, la lluvia de sangre unía fuertemente al cielo rojo con el piso, los cadáveres caían del cielo como si se tratase de pequeños meteoros que caían y hacían un pequeño agujero en la tierra, mismos que en cuanto caían se levantaban de él y comenzaban a caminar sin rumbo alguno.

El Rey Gato apareció y con él, una masiva destrucción, caminaba lentamente y destrozaba todo a su paso, con tan solo un movimiento de su cola era capaz de hacer temblar la tierra, sus ojos eran rojos, de su hocico salían decenas de colmillos afilados y su pelaje era largo y muy áspero, la gente que seguía viva corría asustada por sus vidas, en medio de ese sombrío lugar. Pero muchos otros no lo lograron, eran alcanzados por sus largos pelajes afilados que se estiraban, lo cuales cortaban a la gente por la mitad.

Además con sus grandes y pesadas garras los aplastaba como si fueran cucarachas, todos eran víctimas de su grandeza y peligrosidad existencia, y por si no fuera suficiente, aspiraba a la gente y la devoraba en un instante.

Sobre Layla y Giovanna no se sabía su paradero, Jaime seguía tirado en el piso, desnudo y muy golpeado, luego de invocar al Rey Gato, Daniel y Maya, o la bruja como la conocían ellos, le dijeron que ya habían matado a Gerardo y a Christian, que eran los últimos sacrificios para llevar a cabo la invocación de esta criatura; y que a Layla y Giovanna, al igual que él, los dejarían vivos para ver el sufrimiento en la tierra.

Jaime estaba totalmente devastado y derrotado, ya no tenía ganas de seguir, ya no quería luchar ni seguir adelante, estaba resignado a morir, clavado al piso sintiendo como la lluvia enjuagaba sus heridas, lloraba inconsolablemente, pues además de eso, antes de irse y dejarlo allí, Daniel y la bruja lo habían torturado y peor aún, lo habían violado brutalmente. El esperaba paciente a que alguna criatura llegara y lo devorara, incluso rezaba porque así fuera, pero nadie se acercaba, parecía que la muerte no quería encontrarse con él.

Su único acompañante era el pequeño cuerpo de Angie que estaba clavado en ese viejo troco de madera. El rey gato merodeaba a lo lejos de allí, lo único que podía escuchar Jaime eran los lamentos de la gente.

Cerca de allí estaba Giovanna que iba caminando a paso lento con su pistola en la mano y su pequeña lámpara, en una de sus bolsas llevaba su cascabel y el de Gerardo, no dejaba de pensar en él y en la manera en que había muerto, lo sepultó en el mismo lugar en donde murió y tubo que seguir adelante, de pronto al frente de ella vio a una joven parada mirando al cielo, Giovanna se asustó un poco y se acercó lentamente sin dejar de apuntarla.

-Oye, ¿quién eres? ¿Estás bien?

Pero la joven no respondía, pensaba que era Layla, así que se acercó un poco más y la iluminó con su lámpara y se dio cuenta de que traía la misma ropa que ella, lentamente le iluminó la cara y para su sorpresa era ella misma, que no dejaba de mirar al cielo. Giovanna sin pensarlo salió corriendo desconcertada.

Por otro lado, Layla luego de caminar en círculos y sin rumbo alguno, decidió tomar un camino recto, llevaba consigo su cascabel y el de Christian, y en su mano llevaba un palo puntiagudo para defenderse.

Luego de caminar por unos minutos, minutos que parecieron horas, Giovanna miró a otra joven frente a ella, esta vez la joven iba caminando, así que Giovanna tomó distancia y la siguió sin perderla de vista, pero esa joven se percató de que la iban siguiendo y se detuvo.

-¿Quién eres? Le preguntó ella.

-¿Layla? ¿Eres tú? Preguntó Giovanna.

-Si Giovanna, soy yo. Le dijo con mucho gusto, su rostro se iluminó al verla

El Hombre GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora