Capítulo seis

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Apenas entré al mini hospital, una lluvia de preguntas por parte de la peliroja sin nombre (porque no me interesa preguntarlo) me llegaron de golpe.

«¿Desde cuándo lo conoces?»

«¿Son novios?»

«¿Conociste las otras bandas?» Y bla, bla, bla. Mucho acoso me molesta. ¿Desde cuándo esta chica se ha convertido en mi amiga? No tengo ni la menor idea del por qué me ha tomado tanta atención.

Pensaba una y otra vez alguna excusa para que ella no pudiera acercarse a Tino. Vale, he confesado sin decirlo con las palabras exactas, que soy posesiva con Tino. ¿Pero cómo no? Hay muchas chicas bonitas y él no merece estar con una arpía. Sin embargo, sentía que esta Peliroja no iba a traerme más que problemas. Quizá cuánta gente morirá por su estúpida distracción. Es como una niña pequeña saltando de un lado para otro, esperando la respuesta de si su padre la deja ir a jugar con sus amigas. Eso molesta, ugh, hostigante.

-¿Por queeeeé conoces a Valentino Arteagaaa? ¿Puedes...? -Vuelve a preguntar, por cuarta vez. Su perfecto cabello tinturado se mueve de un lado a otro, mientras me sacude levemente.

-Debemos ir a ver las habitaciones -Le corto, antes de que prosiga y quito su mano de mi antebrazo. Sin siquiera inmutarse por mi seca respuesta, se encoje de hombros y camina hacia donde los de mi grupo se reunen en un círculo.

-Que sean mixtas y fin del tema -Dice uno de los chicos mientras una sonrisa coqueta se forma en su cara. Patético.

-No quiero ver tu miembro levantado cada mañana, Héctor -Replica una chica con gafas y una trenza en el lado derecho de la cabeza.

-Eso no lo decías hace un año, nena -Todos comienzan a murmurar, preguntándose en qué momento la chica genio y el mister músculo de la clase, estuvieron juntos. Realmente esto es irritante. Lo único que pido es que sean habitaciones individuales. Odiaría que todas vieran mi pijama o mi cara al despertar.

-¡No debías decirlo! -Le grita la chica mientras golpea una y otra vez el torso de Héctor ¿su antiguo amor? Igual no importa, el chico ni siquiera se inmutaba. Era inmune a los suaves golpes de la pequeña chica.

-¡Detenganse, ahora! -Grita el profesor Mellarck, apareciendo de la nada, justo cuando la chica de mi clase a la que coqueteó horas antes, también reaparecía.

No me preocupaba el hecho de que el profesor se metiera con las alumnas. Incluso me resultaba algo cliché -debido a las novelas que pasé horas leyendo y que te hacían llegar a la misma conclusión: Sólo en los libros puedes lograr tener una relación "amor platónico-chica común"-, pero lo que realmente me impresionaba, era que las chicas sucumbían en sus encantos. Y resultaba realmente asqueroso pensarlo, debido a la manera algo -demasiado- extraña que tenía el señor Mellarck para vestirse e incluso hablar.

Eramos veinte en nuestra clase, por lo que suponía habían la misma cantidad de habitaciones ¿No?

-Con respecto a las habitaciones, sólo hay diez ¿Vale? -Dice el profesor cuando ya todos estan callados- Y no serán mixtas, Héctor -Le mira de reojo- Si quieren escaparse para tener sexo, haganlo fuera de aquí.

Los murmullos vuelven a aparecer. Presiento que mi cabeza explotará en cualquier momento con tantas voces susurrando al mismo tiempo.

-¿Parejas al azar o las elijo yo? -Continúa, provocando el silencio de todos.

-Al azar -Grita Héctor, el cachondo. Sí, desde ahora en adelante le diré así. Ese apodo le queda como anillo al dedo.

-¡Me quedo con Ana! -Dice una chica con una sudadera que le queda como vestido.

The DepthsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora