Capítulo nueve.

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Contiene contenido sexual explícito. Leer bajo su propio riego. Cuando aparezca esto ---> ****** Deja de leer, si quieres 7u7 y cuando aparezcan por segunda vez, puedes volver a leer.

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Narra Austin

Luego de haber llorado una media hora tirado en el suelo cual inbécil, me di cuenta de algo.

Clary es la única persona capaz de destruirme con unas simples palabras. Con el don de saber dónde y cómo atacarme. Y era mi culpa, por el simple hecho de dejarla conocerme, a mi, a mis miedos, mis debilidades y virtudes. Sabía lo suficiente como para ser yo mismo. Ni mi madre supo tanto de mi.

Pero no lo permitiría. No aceptaría que ella me atacara con algo que yo le confié como un estúpido enamorado. Y realmente me arrepiento. De enamorarme de ella no, porque tengo buenos recuerdos, hasta que todo se fue a la mierda, claro.

Me desesperaba que supiera tanto sobre mí. Yo pensaba saber todo, pero nunca terminé de conocerla. No si ahora está tan cambiada. Tan... irreconocible.

Porque yo estoy igual que hace mucho años. Todo esto que soy, es un producto de ella. Su creación. ¿Y ella?  Esos jeans, cabello en una coleta y de color natural, lentes y en especial el sueter, cubriendo los bellos tatuajes que la hacian única, no eran creación mía ¿O sí?

Sacudí mi cabeza un par de veces. Tenía que olvidar todo, aunque sea por unas horas. ¿Y qué mejor que el Moonshine? Era un bar de puta madre. Muchas chicas con poca ropa, alcohol en exceso y música en vivo. La mejor combinación y el mejor lugar para olvidar la mierda que te ha ocurrido.

Miré en ambas direcciones, esperando no encontrarme con alguien conocido. Al percatarme que absolutamente nadie transitaba cerca, me coloqué mis lentes de sol y caminé hasta la salida.

Me iría caminando, primero porque no tengo mi moto o mi auto cerca y segundo, la ventaja de que el Warped se hiciera en Chula Vista era que al ser pequeña, todo quedaba jodidamente cerca.

En unos veinte minutos de caminata, en la que vi unos tres chicos borrachos tirados en la calle y un par de chicas besándose, llegué al bendito bar.

Había una jodida fila de gente en toda la cuadra, esperando para entrar. Toqué el bolsillo trasero de mis vaqueros, esperando encontrar mi billetera [1] en su mismo sitio.

Decidido me acerco al guardia de la entrada. Más que hombre, orangután con traje negro y de alrededor de dos metros, fornido.  Me lanza una mirada de pocos amigos, pero eso no importa. Cuando estoy lo suficientemente cerca, comienzo a hablar, haciendo que la fila se detenga y la gente no avanse.

-¿Cuánto por dejarme pasar? -Pregunto, lo bastante bajo para que solo ambos lo escuchemos. Me muestra dos de sus dedos, indicándome el precio de su acción.

-Vale -Le entrego un billete de veinte dolares y él le hace una ceña con la mano al otro orangután. Cuando ya estoy dentro, mis fosas nasales se llenan de un olor entre sudor, drogas y alcohol. Respiro hondo. Extrañaba este lugar.

Las chicas enseguida se me acercan, susurrando cosas que no logro escuchar, pero si adivinar. Entre toqueteos incómodos, camino hacia la barra. Pido lo más fuerte que tengan y lo tomo sin chistar o preguntar. El ardor en la garganta se hace más suave a medida que trago los siguientes.

Cuando ya no estoy conciente de la mierda que hago, doy la vuelta y miro a las chicas bailar, buscando mi siguiente presa.

Una mano se posa en mi rodilla, apretandola levemente, provocandome un cosquilleo. Me giro, observando a la morena a mi lado.

The DepthsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora