Capítulo 7

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Dania:

La desilusión vuelve azotar mi corazón nuevamente.
Llegué a New York con una pequeña esperanza clavada en mi interior de poder realizar mi sueño. Volver a ver de nuevo a Jared.
Al parecer, ese sueño nunca se va cumplir.
Salgo de la comisaría de hablar con el policía que lleva el caso.
Al parecer las pruebas que encontraron fueron robadas por un vagabundo hace algún tiempo.
He visto al supuesto vagabundo, pero no es Jared.
Me vuelvo de nuevo con la tristeza rozándome como una ola chocando contra las rocas, golpeando cada vez más fuerte impidiendo que vea algo de luz en todo este asunto.

«¿Dónde estás Jared?» me pregunto una y otra vez positivamente. El pensar en tragedia sería lo más sencillo, pero hay algo dentro de mí que me empuja a querer seguir buscándole.

Cuando salgo del aeropuerto dirección hacia mi casa, el cielo ya está negro, unas estrellas alumbran la noche las cuales miro pensando en Jared, mi familia, mi vida en general.
Cómo puedo avanzar si este sentimiento no me deja vivir en paz, la posibilidad de mirar a los ojos a Jared y expresar cuanto lo he extrañado y lo amo,  es limitada.
¿Debería volver a enamorarme?
De pronto, la imagen de Nahuel se hace visible acelerando mi corazón.
Sacudo la cabeza de izquierda a derecha quitándome esa absurda idea de que me guste Nahuel.
Quizás sea porque me recuerde a Jared. Sí, eso debe de ser, otra explicación no tiene.

Llego de nuevo a mi casa agotada por el viaje y también porque este lamento y desesperación va pesando cada más en mis hombros.
La desaparición de Jared va terminar por envejecerme antes de tiempo. Necesito que alguien o algo me dé una señal, la mínima que sea para saber si está vivo o muerto.

Nada más llegar a mi habitación, dejo la maleta de mano a un lado y me doy una ducha.
El agua aliviará de algún modo la nostalgia que lleva acumulándose cerca de cinco años.
Día tras día, arrastrando conmigo la desesperación y la esperanza de saber el paradero de Jared. De poder averiguar qué pasó realmente aquel día.
¿Porqué encontraron el cuerpo de Minerva y  el suyo no?
¿Porqué ahora después de tanto tiempo aparece su documentación, y no hay rastro de él?

Muchas preguntas, incógnitas sin resolver, lágrimas y plegarias son lo que me sostienen en este camino de desesperación, de empeño de dar con él. Otras veces, me doy por vencida, queriendo camuflar mi sufrimiento y guardando cada gota en un frasco de cristal donde podré ver y no tocar.
Donde sabré que ahí están mis recuerdos, los momentos que pasé junto a él, y que a través del cristal presencio pero no toco porque deseo volver amar de nuevo.
Pero si el frasco de cristal se rompe, con él se romperán todas las ilusiones, una a una serán de nuevo olvidadas, y de nuevo el sufrimiento aparecerá.
Estoy tan cansada, que no tardo en quedarme dormida.

A la mañana siguiente, abrazo a mis hijos. ¡Oh! Cuánto los he extrañado.
Daniel me cuenta todo lo referente al partido de fútbol, me quedo en silencio escuchándole hasta que Pablo me dice que pasaron todo el día con Meri y Nahuel.

Me volteo para mirar a Meri la cual se escuentra hablando por teléfono.
Aprovecho para seguir hablando con los niños, los cuales me cuentan con sus ojitos brillantes de emoción  lo bien que se lo pasaron con Nahuel.
Los escucho con atención viendo su reacción bastante buena para mí gusto.
Los niños se ven entusiasmados con Nahuel, y eso hace que me preocupe más.
Dejo que terminen de desayunar para ir hasta el salón para hablar con Meri.

— ¿Cómo pudiste decirle a Nahuel que se ofrezca para jugar un partido con Daniel? — No puedo remediarlo, estoy molesta.

— Tan sencillo, como que vi a Daniel muy triste y quise hacer algo, Pablo me dijo lo bien que se llevan y decidí pedirle el favor.
¿Qué problema hay?
Tampoco el hombre hizo nada malo, además nos invitó a comer, y estuvimos en el salón de juegos toda la tarde, yo no me despegué de ellos.

La Realidad Ante Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora