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" El infierno. "

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10 años.

"¡Do KyungSoo! ¿Qué crees qué haces?" el gritó de la mujer contenía la furia más poderosa que el pequeño cachorro haya escuchado antes, con su ceño fruncido se acercó a su hijo dándole unos manotazos en la mano.

El cachorro se tambaleó mientras retrocedía asustado y soltaba a la pequeña gata que había traído consigo, no entendía que había hecho mal, él simplemente recogió a un pobre animal sin hogar que maullaba desesperadamente por auxilio. Sus signos protectores le ordenaron que recogiera a la gata y se la llevara a la casa para poder darle el amor que no ha recibido, de cierta manera le recordó a él del pasado: sin familia, sin amor, sufriendo miserablemente.

"No debes traer animales a esta casa, ya sabes que tu papá los odia y no debes hacerlo enojar. No quiero que te castigue como la última vez." pronunció la mujer mientras tomaba a su hijo en sus brazos comenzando a caminar dejando a la gata triste y desolada atrás.

El señor Do contenía algún odio hacia cualquier animal sin razón aparente, aún siendo el un lobo no los soportaba, sin mencionar que desgraciadamente era alérgico a los pelos de los animales. Por eso casi nunca se transformaba, y si lo hacía tomaba su medicamento para no tener problemas con su propio pelaje. Un día KyungSoo había llevado un cachorro a casa con la esperanza que sus papás lo dejaran tenerlo, él no tenía idea de la alergia de su progenitor, cuando llegó a casa con el perro su papá alardeó enojado que lo sacara de casa mientras estornudaba, ese día lo castigó sin salir a jugar y le dio unos azotes en sus manos con el fin de "no tomar animales de la calle".

Ya no sabía que era peor si el orfanato o su propia casa.

" Lo siento mami, ya no lo volveré hacer." juró el cachorro mientras se abrazaba a su mamá y veía a la gata con ojos tristes, le dolía ver a todos esos animales en la calle y que él no pudiera hacer nada para ayudarlos, no quería que llevaran una vida como la llevó él.

Habían pasado 5 años desde que sus padres lo adoptaron y le brindaron el amor que nunca recibió, pero al pasar el tiempo demostraron sus verdaderas caras, al principio se comportaron como los progenitores que todos quisieran tener; siempre lo consentían mucho y cuando hacía algo mal no llegaban a regañarlo o pegarle, al contrario le explicaban como se hacían la cosas. Desearía volver a esos tiempos. Cuando cumplió los 8 años fue dónde descubrió quienes eran de verdad, unos monstruos.

Su mamá resultó ser como las nanas del orfanato, siempre le recordaba que era un omega y cuando le llevaba la contraria diciendo que sería un alfa, lo que a estas alturas ya no creía, le gritaba un sin fin de cosas dolorosas y le pegaba hasta hacerlo sangrar. Cuando cumplió los 8 años le empezó a enseñar las infinidades de cosas que un omega debe hacer. Su estómago se revolvió por cada una de ellas, a los 9 años odió la idea de convertirse en un omega, no quería ser un débil que podía ser maltratado por cualquier persona y que nadie haría nada para ayudarlo.

Su padre era como todo un alfa deber ser, siempre le mantenía el respeto que debería obtener y nunca trataba de hacerlo enojar; realmente un alfa enojado es algo que jamás quiere ver en su santa vida. Éstos eran más agresivos y se dejaban guiar por los instintos de sus lobos sin importarles a quien dañen, aún recuerda como su padre llegó borracho a casa y empezó a golpear a su esposa ya que ésta no quería que durmiera en la misma habitación, cuando quiso entrometerse también fue golpeado y al día siguiente castigado por su madre.

•Dulces Mentiras | 🌻 KaiSoo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora