CAPÍTULO 2
John vio cómo el chico bajaba de dos en dos los escalones de la iglesia. Seguramente quería salir de allí lo antes posible, para no escuchar más palabras vacías de parte del pastor y las señoras del pueblo. En cualquier otro momento John hubiera respetado el deseo del niño de estar solo: sabía que aquel funeral había sido duro para él. Pero en aquel oficio religioso se había congregado toda la comunidad y John tenía asuntos que tratar con ellos, para los cuales necesitaba que James estuviera presente. Puso una mano en su hombro para impedirle escapar, pero también como torpe señal de apoyo. La verdad es que John no había encontrado aún las palabras adecuadas para reconfortar al chico por la tragedia sufrida hacía solo dos días, pero el muchacho parecía agradecer la comunicación casi gestual que estaban llevando.
- Quédate cerca – le dijo John.
Sabía que el niño le haría caso. Se había aferrado a él como último vestigio de la vida que había conocido. John había vivido en su casa durante casi un año, así que ante la falta de sus padres James le miraba inmediatamente a él para saber qué hacer. Era un impulso casi inconsciente, pero también una reacción natural puesto que John era un adulto al que conocía y respetaba, y con el que tenía una buena relación.
John caminó hacia un grupo de gente que comenzaba a juntarse formando un pequeño corro. Aun llevaba en la mano el sombrero que se había quitado al entrar en la iglesia, y no se lo puso en deferencia a las mujeres que allí había.
- Ah, señor Duncan. Me alegro de que esté usted aquí – saludó un hombre de mediana edad. Era el médico del pueblo, aunque también lo era de otras tres localidades cercanas. Su presencia allí aquel día cuando no había ningún enfermo no era una casualidad. Había que decidir qué se hacía con el chico de los Olsen, y para ello se requería de la opinión de todos los hombres respetables. Véase el médico, el pastor, el maestro, y algunos de los vecinos más integrados en la comunidad, con sus mujeres.
- Buenos días – respondió John. – La señora Howkings dijo que querían hablar conmigo.
La señora Howkings regentaba la posada del pueblo. John y James habían dormido allí aquellos días, puesto que el chico no quería volver a la casa donde sus padres habían fallecido.
- Así es, John – dijo el pastor. El tono paternalista de ese hombre le ponía bastante nervioso, pero John sabía que era una buena persona, así que intentaba ignorar este y otros defectos. – Me han dicho que estos días has estado cuidando del pequeño James Olsen. Te estamos muy agradecidos por ello.
- No es "pequeño" – intervino uno de los vecinos. Un granjero algo gruñón al que John no conocía mucho. – El chico tiene trece años ya, y precisamente por eso creo que donde mejor estará es en mi granja. Necesito otro par de manos y él tiene que aprender una forma de ganarse la vida.
- El niño necesita una familia, no un empleo, Howard – recriminó una mujer. Todo indicaba que era su esposa. – Y nosotros no podemos hacernos cargo de otro niño más, comprendan ustedes.
- Claro, claro, Tracy. Lo entendemos perfectamente. Todos aquí deseamos lo mejor para ese muchacho – señaló el pastor. – Tan solo tratamos de ver cuál es la mejor opción. No tenía más familia que sus padres...
- Si me lo preguntan a mí, que trabaje en una de las granjas no es tan mala opción – intervino el maestro. – Le ayudará a mantener la mente ocupada, y nadie querrá una boca más que alimentar sino le aporta alguna clase de beneficio. Cualquiera de los hombres del pueblo aceptará con gusto a un chico del establo, y eso no quiere decir que vayan a tratarlo mal. Ya sé que las señoras desean que el chico tenga una familia, pero tenemos que ser realistas. Además, el muchacho es difícil de tratar, bien se lo digo yo.
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Lazos inesperados
Historical FictionMaryland, finales del siglo XIX. John y James lo han perdido todo, y juntos encontrarán la forma de salir adelante. AVISO: contiene spanking/azotes/nalgadas.