La recién nacida era poco más que una bolita envuelta en una mantita suave. El señor Jefferson insistió en que James y John entraran a verla también, como todo un padre orgulloso que quiere presumir de su progenie.
William miraba fascinado a su nueva hermanita, tranquilo después de que le hubieran dicho que su madre estaba bien, que estaba descansando.
- ¿Verdad que es perfecta? - preguntó el señor Jefferson. John sonreía ante tanto entusiasmo paterno. Mayoritariamente se sentía feliz, pero también algo nostálgico. No pudo evitar acordarse del nacimiento de sus dos preciosas hijas.
- Sí que lo es, pero debería ir a dormir – le sugirió la señora Howkings. - Elisabeth le va a necesitar mucho estos días.
El hombre asintió, a su pesar, y colocó a la bebé en manos de la posadera. La señora Tomilson bajó en ese momento.
- Yo ya me voy – anunció.
El señor Jefferson la tomó de las manos delicada y sinceramente.
- Muchas gracias por su ayuda.
- Mañana vendrá el doctor a revisarla, pero parece una niña muy sana – respondió la mujer.
- ¿Y mi madre? - murmuró Will.
- Está perfectamente. Solo necesita descansar.
- Quiero ir a verla – pidió el niño.
- La verás por la mañana.
- Ya es por la mañana – insistió. Técnicamente era cierto, faltaban minutos para el amanecer.
- ¡William! - regañó el señor Jefferson.
Normalente, ese tono hubiera bastado para que Will dejara de replicarle a un adulto, pero era su madre de quien estaban hablando.
- Solo quiero ver si está bien – protestó.
- Ya te han dicho que está bien – cortó su padre.
- ¡Pero solo quiero verla un segundo!
El señor Jefferson, que se había pasado la noche en vela, no estaba en su momento más paciente y John se dio cuenta de que le faltaba poco para perder la calma. Se puso delante de él, como interponiéndose entre su mirada furiosa y el niño al que iba destinada.
- El muchacho no se quedará tranquilo hasta que la vea. No la despertará, ¿verdad, Will? - preguntó y él niño negó fervientemente con la cabeza. - Después me le llevaré de nuevo, para que usted pueda dormir y él también pueda descansar algo más.
Will compartía una habitación con sus padres y, dado que los señores Jefferson y su recién nacida tenían que dormir -o intentarlo, si el bebé les dejaba-, la ayuda les vendría bien. Por la tarde recuperarían la normalidad y les devolvería al niño.
El señor Jefferson dio su consentimiento con un gesto de la cabeza y Will voló escaleras arriba, antes de que cambiara de opinión.
- No sé cómo agradecer su amabilidad – le dijo a John.
- Traer al mundo a un hijo sin familia cerca es complicado. Considérenos a James y a mí su familia.
El señor Jefferson sonrió, enseñando una hilera de dientes blancos que combinaban a la perfección con su piel morena, y puso una mano en el hombro de John en un gesto de gratitud y complicidad.
- Si Will le da problemas, no dude en reprenderle – le indicó.
- Estoy seguro de que no lo hará. Es un buen chico.
James miró a su padre con cierta sorpresa. No le había contado al señor Jefferson lo que había pasado la tarde anterior. Claro que aquel no parecía el momento de decir que el niño se había metido en problemas.
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Lazos inesperados
Ficción históricaMaryland, finales del siglo XIX. John y James lo han perdido todo, y juntos encontrarán la forma de salir adelante. AVISO: contiene spanking/azotes/nalgadas.