CAPÍTULO 3
Había sido solo un vistazo desde lejos así que John no podía estar seguro, pero le pareció que los bandidos que atacaron al señor y a la señora Olsen llevaban pañuelos de color azul. Ese era el distintivo de una conocida banda de criminales, y más que eso, era el mismo objeto que llevaban quienes acabaron con las vidas de su mujer y de sus hijas. Durante los primeros meses después de que los Olsen decidieran acogerle, ese detalle obsesionaba a John hasta el punto de quitarle el sueño por la noche, porque sabía que era su única pista. Esos pañuelos tapaban el rostro de las personas que le habían arrebatado lo que más quería, por eso jamás iba a ser capaz de olvidarlos. Pero no pensó que fuera a verlos de nuevo hasta el día en el que lograra llevar a aquellos asesinos a la horca.
En algún momento, sin pensarlo demasiado, llegó a la conclusión de que no podía ser casualidad el hecho de que él hubiera estado presente en dos asesinatos perpetrados por la misma banda. Siempre se había preguntado por qué habían atacado a las niñas y a su mujer, si no llevaban nada de valor, y tampoco tenía sentido que atacaran a los Olsen. A menos que al que estuvieran buscando fuera a él.
Así se lo hizo saber a James, porque de forma instintiva había decidido ser totalmente sincero con él. John siempre había sido una persona franca, tal vez en exceso.
- Pero ¿qué es lo que buscan de ti? – preguntó James, en cuanto John terminó de explicar lo que había deducido.
Era una pregunta muy lógica, pero no tenía una respuesta sencilla. John no quería hablar de eso cuando aún no habían llegado a la posada. Nunca se sabe qué oídos te están escuchando en un pueblo pequeño como aquel.
- Se hace tarde – dijo solamente, para cortar la conversación.
Pensó que el muchacho insistiría, pero James se limitó a caminar a su lado, respetando su silencio. Siempre le había tenido por un chico con buenos modales, pero hubiera sido normal que, tratándose de sus padres, se hubiera molestado por esa forma brusca de dejar el tema. John acababa de confesarle que podía ser el culpable de la muerte de sus padres, y el chico ni siquiera parecía enfadado. Tampoco parecía asustado de vivir con él, aunque fuera el objetivo de unos peligrosos criminales. Quizás confiaba en que con él estaría seguro. Y en eso tenía razón, porque John no pensaba dejar que hicieran daño a nadie más.
Llegaron a la posada y John se quedó mirando al niño mientras este se quitaba el sombrero y las botas. Debía de tener más o menos su edad cuando su madre le confesó que su padre había sido un famoso ladrón, perseguido en varios territorios. Aquellos actos delictivos supusieron una mancha para su familia, como un estigma, y John tuvo que aprender a vivir bajo miradas sospechosas, como si la gente se esperara que él se convirtiera en un criminal como su padre. Mucho tiempo después, cuando ya era un adulto y tenía su propia familia, alguien fue a visitarle solicitando su ayuda para atracar un banco. John se negó y dijo que él no era ningún ladrón, pero consideró aquello como la señal para buscar otro lugar en el que asentarse. Un sitio que le permitiera prosperar económicamente, donde hubiera caras y emociones nuevas, y donde nadie supiera quién fue su padre.
Por alguna razón, el rostro de aquel hombre que le invitaba a iniciar una vida criminal nunca se había ido de su cabeza. John sabía que algunas personas no aceptaban un "no" por respuesta, y a veces se planteaba si todas las desgracias que le habían acontecido después no eran una venganza de ese individuo por no haber querido participar en aquel robo. O, mejor dicho, por haber informado al ayudante del sheriff al respecto de que un atraco se estaba planeando. Nunca llegó a enterarse de si cogieron a aquel hombre o no, puesto que él y su familia emprendieron el viaje al poco tiempo.
John no quería compartir esa información con el muchacho porque no quería que nadie en el pueblo se enterara de que su padre fue un criminal. Eso no le traería nada más que problemas, y tal vez fuera motivo suficiente para que no le dejaran cuidar del niño. De hecho, si alguien descubría que los asesinos de los Olsen eran también los asesinos de su familia, pensarían que no era sensato que James se quedara con él.
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Lazos inesperados
Historical FictionMaryland, finales del siglo XIX. John y James lo han perdido todo, y juntos encontrarán la forma de salir adelante. AVISO: contiene spanking/azotes/nalgadas.