- Por la presente, nombro a John Duncan como nuevo sheriff de la región - declaró el alcalde, poniendo una estrella dorada en el pecho de John.
Aceptó el cargo con un asentimiento y miró a las personas que se habían congregado para asistir al nombramiento. Agradeció su presencia con una sonrisa y solo entonces se dio cuenta que se esperaba de él que diera un discurso. Carraspeó, para aclararse la voz y darse ánimos.
- Hace algo más de un año llegué a este pueblo como forastero, habiéndolo perdido todo en el camino, y no recibí más que amabilidad y comprensión. Los Olsen me acogieron bajo su techo y por ello les estaré eternamente agradecido, pero no fueron los únicos en demostrarme su generosidad. Recuerdo que usted me prestó algunos de los instrumentos que uso para curtir el cuero, señor Tomilson, y me fió en la tienda hasta que tuve algo de dinero para pagarle. Tal vez no haya crecido aquí, pero me he acostumbrado a ver este pueblo como un hogar. Un hogar que defenderé con todos mis medios, con lo que espero pagar parte de la deuda que sé que guardo con todos ustedes.
La multitud emitió un rugido y estalló en vítores, celebrando que tenían un nuevo sheriff.
John se vio obligado a complacer a varios de los asistentes en su intento de entablar una conversación con él y se mostró lo más conversador que pudo mientras intentaba no perder de vista a James, consciente de que el muchacho debía de estar sumamente aburrido. No le gustaba dejarle mucho tiempo solo. Desde que su familia murió, los demás niños del pueblo le trataban o bien como un apestado o bien como una atracción de feria, y hacían preguntas sobre lo ocurrido que para el chico resultaban muy dolorosas.
Pero al mismo tiempo sabía que debía relacionarse con los demás muchachos, así que casi se alegró cuando dejó de verle entre la gente. Seguramente se había ido a jugar por ahí con los otros chicos, comportándose como correspondía a un muchacho de trece años. Mientras corretearan por las calles del pueblo estaban seguros, y más si iban en grupo. John se relajó y se alegró por él, consciente de que no le hacía ningún bien pasar los días encerrado en la posada.
Cuando la gente se dispersó, John decidió comprar algunas cosas para su nueva casa. Se habían trasladado aquella mañana. El hogar destinado para el sheriff era modesto, pero muy acogedor. Era un edificio de madera, con un cobertizo que servía para guardar herramientas y demás enseres y que John había pensado utilizar para trabajar el cuero, ya que realmente le gustaba hacerlo y no quería renunciar a ese especie de pasatiempo que además podía proporcionarles algún dinero extra. Cuando fue a la única tienda del pueblo, la que llevaba el señor Tomilson, no pudo evitar recolocar su recién estrenada estrella, orgulloso de ser alguien por una vez. Alguien a quien los demás podían admirar, en vez de despreciarle por quién había sido su padre. Quién iba a decir que el hijo de un delincuente acabaría siendo sheriff.
- Gran discurso ese que has dado, Duncan - alabó el comerciante. Se llevaban bastante bien, pero eran de edades diferentes así que no tenían una relación demasiado cercana. El hombre le llamaba su apellido, pero se ahorraba formalidades como la de decirle "señor". John sabía que no lo hacía con ánimo de ofenderle.
- Nunca he sido un gran hablador - respondió, algo avergonzado por el halago. - Vengo a ver si puedes venderme una vajilla y unos cubiertos. No necesito nada lujoso, es solo por James y para mí, pero he visto que en la casa no hay.
- Tal vez esperan que comas con un cazo. ¿Para qué van a molestarse de que el sheriff esté bien alimentado o incluso de que tenga un plato sobre el que comer? - replicó el señor Tomilson. No desperdiciaba ninguna oportunidad de criticar a los poderosos. John sabía que culpaba al alcalde de cualquier cosa, incluso del mal tiempo. Había aprendido que lo mejor en esas situaciones era no responder a sus quejas, para no alentarle. - Ahora mismo tengo esta de aquí. A no ser, claro, que quieras una cubertería de plata. En ese caso tendré que encargarla a la ciudad y tardará unos días.
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Lazos inesperados
Historical FictionMaryland, finales del siglo XIX. John y James lo han perdido todo, y juntos encontrarán la forma de salir adelante. AVISO: contiene spanking/azotes/nalgadas.